En la misma línea y en respuesta a los defensores ambientalistas, Dionicio Reynales, agricultor de Rincón de Palometas (municipio de Portachuelo) señala que ellos solo hacen demagogia al utilizar la mentira y el miedo como instrumento para evitar que los productores pequeños cambien su matriz productiva.
«Ellos solo hablan en teoría, otra cosa es el terreno, donde solo nosotros sabemos qué implica producir, cuánto gasto del bolsillo significa hacer. Es que vivimos a diario qué es surcar la tierra, fertilizar, sufrir las inclemencias del tiempo y experimentar pérdidas», precisó.
En tanto, Barrientos desnuda una realidad inocultable: pese a que en Bolivia está prohibido el uso de semillas genéticamente modificadas (excepto en soya); en el caso del maíz, el 35% es transgénico.
Además menciona que es una paradoja seguir sosteniendo que se debe producir con semilla tradicional, dado que el ciclo de producción es largo, implica esperar al menos entre 140 a 160 días. Asimismo en ese periodo de tiempo la parcela se hace más vulnerable a las plagas, el brote de malezas y la sequía.
«Entonces, los defensores ambientalistas, que gran parte ellos son mis amigos, lo único que hacen es oponerse, pero no ofrecen soluciones para una mejor producción. Como tampoco hay opciones por ese lado, es que tenemos que buscar otras alternativas y esa es la biotecnología que no solo es lo transgénico sino una variedad de opciones», explicó Barrientos.
Realidad actual. Según la voz de los pequeños productores tanto de soya, maíz, trigo, arroz y caña de azúcar, la producción transgénica en el país solo se ha reducido en los últimos años a la soya y en la semilla tolerante al glifosato.
La producción transgénica hoy alcanza casi al 100% en soya; en el caso del maíz corresponde un 35%, el reto del 65% tampoco es con semilla tradicional sino con híbridos importados y en gran parte introducidos vía contrabando.
En ese contexto, admiten que los rendimientos productivos, con relación a otros países, no fueron significativos hasta el momento, debido a la falta de una mayor investigación y un empoderamiento como país y Estado de las diversas alternativas que ofrece la biotecnología.
Teófilo Padilla, producción de la propiedad Monterrey del municipio de San Pedro, describe que la única alternativa para competir y salvar los altos costos que implica producir con semilla «convencional», es con la biotecnología, por lo que pide un mayor apoyo científico y asesoramiento desde el Estado y las universidades, no solo en la soya, sino en otros como el maíz, algodón, la caña de azúcar y trigo.
«Yo apenas siembro 50 hectáreas, pero es difícil sostener una siembra convencional, debido a que los costos son altos, donde es difícil controlar las malezas y las plagas. Entonces, ahí es donde pedimos al gobierno su apoyo y asesoramiento de las universidades y los institutos de investigación», apunta.
La Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), en su balance 2018, refiere que la producción de granos de soya, maíz, trigo, girasol y sorgo, considerado por ese sector como «alimentos estratégicos para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria del país», informó que la producción total de estos granos ha sido de 4.495.000 toneladas que significan un incremento de 4% con relación a la gestión 2017, pero que representan una disminución de 10% respecto a la producción de granos que se obtuvo en el año 2014.
En ese ámbito, la producción total de granos en 2018, representó un movimiento económico de al menos $us 1.160 millones que fueron distribuidos en toda la cadena productiva de alimentos, representando un incremento de 13% con relación a 2017.
Richard Paz, presidente de Anapo conjuntamente con Bioceres de Argentina, hicieron oficial en los últimos días el pedido ante el Comité Nacional de Bioseguridad, el pedido de aprobación del evento biotecnológico HB4, tolerante a la sequía. «El primer evento resistente al glifosato fue el 2004, desde entonces venimos incrementando producción. Ahora lo que pedimos permitir el pleno acceso a la biotecnología moderna con el uso de semillas genéticamente mejoras, más aún cuando la sequía, este año ya nos viene afectando a 150 mil hectáreas», finalizó.