El bovino puede salvar el mundo

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Bien manejada, la ganadería en pastoreo captura más GEI (Gases de Efecto Invernadero), del que emiten los bovinos y contribuye al sustento de mil millones de personas en el mundo y a la adecuada nutrición humana.

Son innegables los efectos nefastos del cambio climático y las amenazas de modificar el mundo como lo conocemos. Su impacto debe convertirlo en tema de primer orden en la agenda política de las naciones y motivar un cambio en el comportamiento de cada uno de nosotros. La ganadería la han puesto en el ojo del huracán, pero no solo no es tan perjudicial como se ha querido mostrar, sino que puede contribuir a mejorar el clima, la
salud y la economía en el mundo.

Me causa bastante frustración el despliegue mediático que culpa a la ganadería bovina como una de la principales causas del calentamiento global y destrucción del medio ambiente. Cada vez, con mayor frecuencia y severidad los medios masivos de información, redes sociales, diarios levantan un dedo acusador hacia los bovinos, como fuente de destrucción (RICHARD, 2018) (Rubiano, 2018). Incluso se alienta a los incautos lectores a cesar el consumo de carne y leche, aduciendo argumentos bastantes nobles como hábitos de vida más saludables, protección de la vida animal e incluso la protección del medio ambiente. Es entendible cómo recurrir esta clase de argumentos despierta la sensibilidad del lector y genera tendencias que rechazan la actividad pecuaria.

Se alienta al público a disminuir la ingesta de carnes e incluso se han hecho propuestas tan absurdas como poner impuesto a carnes rojas para desalentar el consumo. Argumentan que la producción ganadera genera más gases de efecto invernadero que todo el sector del transporte. Sin embargo, esta afirmación es falsa. La persistencia de esta idea lleva a suposiciones inexactas en relación con el consumo de carne y el cambio climático (MITLOEHNER, 2018).

Desmenucemos un poco la historia y revisemos los hechos, la ganadería está en el banquillo de acusados desde el año 2006 cuando la FAO divulgó un informe, que atrajo la atención internacional, afirmaba que la ganadería producía 18% de los gases de efecto invernadero en todo el planeta. La agencia llegó a una conclusión sorprendente: el ganado hacía más daño al clima que todos los tipos de transporte juntos.

En primer lugar, hay que hacer la claridad de que ganadería es toda actividad económica que consiste en la crianza de animales para el consumo humano. Esto incluye todas la especies del sector pecuario: aves, cerdos, bovinos, ovinos, peces, etc. Por tal motivo, cuando se habla que la ganadería produce gases de efecto invernadero, tiene en cuenta la cría de todos los animales mencionados y no solo a los bovinos; es injusto entonces que se satanice el consumo de carne bovina solamente; si el asunto fuera disminuir el consumo de carne para contribuir al medio ambiente, debería hacerse de todas las especies. Aunque esta afirmación no es más que ingenua.

Como segundo punto, la información de la FAO, en estudios posteriores, se encontró errónea. La comparación que se hizo de las emisiones de gases de efecto invernadero entre ganadería y transporte estaba completamente distorsionada. Esta afirmación fue desmentida por el propio autor principal del informe, Henning Steinfeld. El error residía en que los analistas de la FAO llevaron a cabo una evaluación integral del ciclo de vida para estudiar el impacto climático de la crianza del ganado, pero a la hora de analizar el transporte emplearon un método diferente. la FAO reconoció su error, pero desgraciadamente la afirmación inicial ya había desatado una bomba en los medios y aún se lucha para demostrar que no es así (MITLOEHNER, 2018).

En evaluaciones recientes se ha comparado la producción de gases de efecto invernadero por industrias y los números demuestran que la ganadería no se puede comparar con el transporte en términos de contaminación.

La carne nos hace humanos

Estados Unidos es una de las sociedades con mayor consumo per cápita de carne con 100 Kg/persona/ año, siendo la de ave el 49%, la de vacuna 27% y la de cerdo 23% (https://avicultura.com, 2018). Un estudio reciente demuestra que incluso si todos los estadounidenses eliminasen todas las proteínas animales de sus dietas, las emisiones de gases de efecto invernadero del país solo se verían reducidas en un irrisorio 2,6% y esto teniendo en cuenta que la producción ganadera en ese país es típicamente industrial.

Colombia por ejemplo, tiene un consumo de 67,4 Kg/persona/año, siendo la carne de ave 48,6%, de vacuno el 26,8% y de cerdo el 13,9% (Vega, 2018), con producciones sin tanto nivel de intensidad, por lo que la disminución de la ingesta de carnes, tendría un impacto inferior en la mitigación de cambio climático. La gente suele creer que contribuye al medio ambiente, disminuyendo el consumo de carne. Nada más lejos de la realidad. Pero siguen conduciendo su automóvil, desperdiciando agua y generando basuras sin remordimiento.

Comer carne nos hizo humanos. Bajar el consumo de alimento no tiene un impacto significativo en las emisiones del medio ambiente, pero si complicaría la seguridad alimentaria de las naciones. Es de tener en cuenta que el consumo de proteínas animales ha sido determinante para el desarrollo humano. Al incorporar la carne a su dieta, los humanos abrieron el camino evolutivo que condujo a las características actuales, entre ellas el desarrollo del cerebro (Esquivada, 2016).

Esto se evidencia en hallazgos arqueológicos que muestran que los humanos antes de la agricultura eran más sanos, fuertes y altos (Dieta de los cazadores-recolectores). Tenemos un cerebro más grande y un aparato digestivo más chico que nuestros antecesores y parientes primates más cercanos. El cerebro representa el 2% del peso corporal y consume 25% de la energía. No puede ser alimentado solo por vegetales, somos omnívoros por evolución y humanos por el consumo de carne (Ayuso, 2018).

Las dietas con base en animales contienen una alta densidad nutricional: aportan proteínas de alto valor biológico, vitaminas liposolubles, colesterol, grasa como nutriente; no aportan azúcares. El consumo de carnes rojas es fundamental, por diversas razones entre ellas, la presencia de hierro (Fe) hemo que solo se encuentra en la carne, presencia de enzima como la CoQ10, con múltiples beneficios para la salud demostrado de forma sistemática, adecuada concentración de vitaminas liposolubles (K, A, D, E), (Ayuso, 2018). Eliminar la carne de las dietas humanas trae un gran riesgo para la salud.

El pastoreo ayuda al clima

Muchos de los argumentos que critican la ganadería, cuestionan modelos de ganadería industrial, donde los animales están estabulados y su dieta se centra en el consumo de granos. Cuando el sistema de alimentación bovino está basado en pasto cosechado por las propias vacas, el balance es positivo con el medio ambiente.

Son innegables los efectos adversos que tienen la deforestación de selvas nativas y lo perjudicial que es la ganadería extensiva. Pero cuando se  mejora la técnica de producción en pasturas hacia modelos de rotación de praderas y conceptos de poca ocupación, aumento de la carga animal y adecuada recuperación de praderas, los sistemas pastoriles se convierten en sumideros de carbono (extracción de carbono de la atmósfera y para depositarlo bajo el suelo). Esto hace que los sistemas ganaderos con base en pasturas no solo sean menos contaminantes, sino que son una arma sólida contra la mitigación del cambio climático.

Los sistemas ganaderos con base es gramíneas, con adecuada gestión de pastoreo, captan en promedio 4,3 toneladas de carbono por hectárea al año. Si se incorporan sistemas de recuperación mediante la implementación de silvopastoriles (gramíneas + leguminosas + árboles productivos y protectores), se captan 7,5 toneladas de carbono por hectárea por año. En la recuperación de bosques nativos se pueden captar 6,3 toneladas de carbono por hectárea por año (Amezquita, 2018).

Un país como Colombia contribuye tan solo con el 0,46% de los GEI en el mundo con 269 Gton CO2 equivalente aproximadamente. Recurriendo a la propuesta del plan estratégico de la ganadería colombiana, elaborada por Fedegan hace unos años, donde se planteaba reducir el área de la ganadería bovina en Colombia de 38 a 28 millones de hectáreas y donde tuviéramos un nivel de tecnología adecuada en el uso de praderas, estaríamos hablando de captar 120 Gton de carbono año, debido al carbono captado por las gramíneas.

Si se recuperan 5 millones de hectáreas a bosques nativos, se captarían 38 Gton de carbono por año.

Eso nos convertiría en una nación con producción limpia. Pero esto tan solo es una cara de la moneda que tiene en cuenta la discusión de ganadería y cambio climático. La otra cara es la económica, los sistemas con base en pastos bien llevados aumentan de forma exponencial los indicadores de productividad comparados con la ganadería extensiva.

Colombia cuenta con 500.000 familias que viven del negocio ganadero, mejorar la productividad y la competitividad significaría dinamizar un sector de la economía importante para el país. Estaríamos produciendo carne y leche para alimentar la creciente población mundial, a la vez de ofrecer grandes servicios ambientales para el mundo.

Las vacas como solución al mundo

La proyección del crecimiento poblacional a nivel mundial se sitúa en 9.800 millones de personas para el año 2050. Alimentar a una cantidad tan desorbitada de habitantes supondrá un desafío brutal. Los nutrientes por ración de la carne superan a los de las opciones vegetarianas y los animales rumiantes crecen gracias a alimentos que no son comestibles para los humanos. La cría de ganado, además, supone ingresos económicos necesarios para los pequeños agricultores de países en vías de desarrollo: se estima que la ganadería es el sustento principal de mil millones de personas en todo el mundo (MITLOEHNER, 2018).

Los rumiantes, incluidos los bovinos, tienen la virtud de trasformar en leche y carne la celulosa de las plantas que no pueden ser digeridas por los humanos. Es decir, aprovechan la energía lumínica del sol que las plantas transforman mediante fotosíntesis en forraje, para la producción de proteína animal. Los sistemas pastoriles son sistemas de producción basados en energía solar.

Esto convertiría a la vaca en el animal que puede salvar el mundo. No sería la primera vez que la ganadería ayude a salvar humanos. Las vacunas se desarrollaron en investigaciones en vacas y han contribuido a salvar millones de vidas, ahora las vacas pueden ayudar a salvar la humanidad.

En la agenda política del país deberíamos tener a la ganadería bovina, en el foco de todas las miradas, no por la mala reputación que muchos diarios le han querido infundir, sino por la gran oportunidad como estrategia de mitigación de cambio climático, motor de la economía y fuente de la seguridad alimentaria, para el país y el mundo.

 

Fuente: Felipe Aristizábal, MVZ, Esp, MSc