Malezas. Más control para que no haya un caos

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El control de malezas en la Argentina se ha transformado en la variable técnica más desafiante para los productores debido a numerosas especies resistentes, pero también porque acarrea un aumento significativo en los costos.

A esto no escapa el cultivo de maíz, pieza clave en nuestro sistema de rotación. Este cultivo presenta respuesta en rendimiento frente a numerosas variables, y en este escenario de alta presión de malezas resistentes, la efectividad en el control es una: los impactos en rendimiento por competencia de malezas pueden alcanzar un 30% o más.

Hoy en la Argentina son tres las «grandes malezas» en términos de dificultad de control, superficie que ocupan y capacidad competitiva: rama negra (Conyza sumatrensis, C. bonariensis), que ocupa 11 millones de hectáreas y no cede en la dificultad de control; yuyo colorado (Amaranthus hybridus), muy relevante por su velocidad de expansión (17 millones de hectáreas), y el complejo gramíneas (Eleusine sp., Echinochloa sp, Chloris sp, Lolium sp., Sorghum halepense, etc.), con un crecimiento explosivo de poblaciones resistentes (más de 10 millones de hectáreas).

Si la resistencia de malezas continúa creciendo, con el tiempo, se lleva al sistema a un grado de complejidad mayor que el que representa manejarlo en los límites de un programa de control de malezas, basado en el uso alternado de mezclas simultáneas de herbicidas con diferentes sitios de acción, herramienta clave que asegura la sustentabilidad de las tecnologías demorando procesos evolutivos de resistencia.

Durante años, el manejo de malezas en maíz tuvo muy pocos cambios innovadores. Esto se ha modificado recientemente incorporando otros modos de acción (HPPD). Además, la consolidación de nuevas tecnologías con materiales con tolerancia a herbicidas ha dado comienzo a un cambio radical en el manejo de malezas en maíz en la Argentina en los [ultimos tiempos. Es importante mencionar algunos factores inherentes a las dificultades que se estaban enfrentando en el control de malezas en este cultivo: el crecimiento de Amaranthus spp. resistente requirió un mayor uso de herbicidas auxínicos (hormonales) en postemergencia, básicamente 2,4-D.

El uso de residuales es clave en esta maleza, aunque buena parte de las situaciones requiere repasos en postemergencia; las dosis necesarias de 2,4-D para lograr controles eficaces de Amaranthus spp. están por encima de la tolerancia de los materiales usados. Y en general las aplicaciones se realizan fuera de la ventana de máxima tolerancia del maíz a auxínicos (V3-V5). La tolerancia a estos herbicidas no ha sido un factor de selección en los programas de mejoramiento, por lo cual las dosis necesarias para lograr resultados aceptables son limitantes para la genética actual.

El incremento de gramíneas resistentes como Lolium spp. y Echinochloa spp. generó un fuerte aumento del uso de graminicidas Fop y Dim en presiembra. Esto presenta una situación de riesgo de fitotoxicidad con impacto en el stand de plantas por su efecto residual.

Hoy están disponibles en la Argentina tecnologías en maíz que permiten utilizar genética de alto rendimiento con tolerancia a 2,4-D, haloxyfop y glufosinato: proponen el uso de múltiples modos de acción dentro de programas de control, ofreciendo gran flexibilidad en la ventana de aplicación y una robusta tolerancia al cultivo. Hemos comprobado que el uso de sistemas de control basados en un único modo de acción no es viable en la actualidad.

Asegurar el uso de estas nuevas tecnologías en forma responsable será la garantía de la sustentabilidad del sistema agrícola en términos de control de malezas y futuros aumentos de la productividad. No hay herbicidas ni tecnologías invulnerables, pero está siendo demostrado que la adopción de programas de control es el camino para que estas herramientas sean eficaces el mayor tiempo posible. Aunque siempre será una carrera entre la capacidad de adaptación de las malezas y los avances de la tecnología, y su gestión.

Fuente: La NAción