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Más de una treintena de productores están amenazados por la cuarentena y buscan cómo superar la crisis económica. El trabajo no cesa, pero no hay ventas, ni apoyo.
La falta de recursos económicos y el freno al turismo por la pandemia del coronavirus COVID-19 impiden a los productores adquirir el alimento para los pescados, principalmente, por su alto costo.
LA SITUACIÓN Son más de una treintena de familias que se dedican a la crianza en lagunas y piscinas artificiales de todo tamaño en Locotal, Paracti e Incachaca, entre otras. Tienen entre 60 mil y hasta 1.2 millones de truchas de todo tamaño.
La mayoría hace agroturismo. Ofrece platos de pescado, vende la carne por kilo y amplía la oferta con el hospedaje, paseos y más, pero nada de esto funciona desde hace dos meses.
Las paradas a lo largo de la carretera, donde se encuentran algunos negocios, están ocupadas solamente por transportistas. Sus camiones y trailers de gran tamaño ya no comparten los parqueos con las vagonetas, camionetas y otros vehículos familiares.
Los vendedores añoran ver a las familias que se emocionan por tocar o solo mirar a los pescados de cerca, todos ellos nadando contra la corriente. En algunos restaurantes hay pequeñas piscinas, donde pueden tocar a los pescados, lo que es una gran atracción. La oferta incluye la pesca en el momento y su preparado para degustación, acompañado de arroz, yuca y ensalada.
ABANDONO En el restaurante El Conquistador, en la zona de Incachaca, al ingreso están las piscinas y se caracteriza por los paseos para disfrutar de la naturaleza. Es uno de los puntos de encuentro favoritos de los turistas. Su chicharrón de trucha es reconocido por su sabor y preparado especial.
Hoy no hay atención. Hasta la semana pasada, el ingreso estaba bloqueado con un gran promontorio de tierra y una cuerda de metal, para cumplir con la cuarentena, pero desde el lunes ya está habilitado el paso. La encargada explicó que estas medidas no les afectaron porque en todo este tiempo no hubo turistas y están conscientes de que la situación se mantendrá así por mucho tiempo.
“Seguimos produciendo. Tenemos que cuidar de las truchas, el trabajo no para, pero nos falta mercados donde vender. No sabemos que hacer, estamos preocupados”, señaló.
En la cocina, las ollas están amontonadas y sin rastro de haber sido usadas recientemente. Las mesas y sillas están con polvo y algunas telarañas.
En el sector, hay al menos otros dos criaderos de trucha, lejos de la carretera. Ahí, se han visto obligados a pedir el alimento de pescado a crédito. No tienen ningún otro ingreso que les permita sustentarse.
Cada semana deben reunir 1.500 bolivianos, que es el promedio del precio del alimento para los peces.
SE DAN MODOS Marlon Villca, propietario del restaurante Casita Campestre, que se encuentra sobre la carretera, está preocupado porque las ventas de platos de pescado son bajas. Sus criaderos están colmados, pero la demanda es mínima. Lo que obtienen de la comercialización de la carne por kilo es lo que los sostiene y permite compensar el gasto que hacen en el alimento de estas especies.
La cantidad de truchas que tiene en sus 12 piscinas y una laguna está garantizada. Hasta fin de año, los peces alcanzarán su tamaño comercial, pero después la situación es incierta.
“Ya deberíamos comenzar a sembrar. Lo hacemos cuatro veces al año.
Nosotros importamos huevos, pero no tenemos dinero”, explicó. La crisis para este sector comenzó en los conflictos por las elecciones anuladas del 20 de octubre de 2019 y continúa por la pandemia. Semana Santa era una fecha de alta demanda, pero también se vio afectada la venta. Hubo algunos comerciantes que llegaron para comprar la carne, pero no lo suficiente.
En el restaurante, se tuvo que prescindir de los servicios de la cocinera y de los encargados de la atención de mesas por la falta de turismo. Policías, militares y transportistas son algunos de sus clientes.
“La especialidad era la sopa de pescado, pero ahora no podemos prepararla porque no sabemos cuánta gente vendrá. En promedio vendíamos unos 50 platos diarios, ahora no llegamos ni a 10”, señaló.
Cuando todo parecía cambiar y el turismo volver a reactivarse, llega otro bajón y los proyectos se caen.
“Una agencia de viaje nos alquiló todas las cabañas en Incachaca. Recién invertimos en ellas, pero todo se cayó”.
En el centro turístico La Trucha del Paraíso, en la zona de Santa Isabel, su propietario, Vitaliano Córdova, explicó que ante la demanda de algunos de sus clientes piensa en implementar el servicio para llevar y recibe reservas con anticipación.
“Los transportistas internacionales vienen y me ruegan para que abra y prepare la comida. La especialidad es el chicharrón de trucha. Tenemos que seguir trabajando”, dijo.
Fuente: Periódico Opinión