Apuntan a que Cochabamba sea semillerista del país. El Centro de Innovación de Toralapa ofrece nuevas variedades y los técnicos asesoran en tecnología a los agricultores.
Victoriano Zapata es desde 1985 productor de semillas de trigo. Tiene parcelas en las comunidades de Qollpana y K’ellu Mayu en el municipio de Pocona, en Cochabamba. Él apuesta por la innovación con muestras que le ofrece el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF). En este caso, la opción es producir en el valle semillas que luego se utilicen en el oriente del país.
El pasado miércoles se desarrolló la Cuarta Jornada de Difusión de Resultados de Trabajos de Conservación de Recursos Genéticos, Investigación y Validación del INIAF en Toralapa, centro de innovación, situado en Tiraque a 73 kilómetros de la ciudad de Cochabamba.
De la jornada participaron productores de diferentes zonas del departamento, estudiantes de distintos sectores de Bolivia, autoridades y otras instituciones, quienes realizaron visitas a las parcelas de producción y los stands, donde se ofreció información respecto a seguridad alimentaria, innovación, investigación y desafíos, en torno a la producción de trigo, quinua, tarwi, hortalizas y tubérculos.
El director nacional del INIAF, Yuri Zurita, informó que el producto estrella en Toralapa es la semilla de trigo, en la que se avanza en su conservación y generación de nuevas variedades. El Instituto asesora además a los productores con la transferencia de tecnología.
Zapata es uno de los productores que utiliza las variedades nuevas que le ofrece el INIAF. “Son precoces, tienen mayor rendimiento y son mejores para harina y pan”.
Explicó que en la agricultura hay riesgos, que hay variedades de semillas que “se cansan”, y es necesario cambiarlas para garantizar un buen rendimiento.
El INIAF tiene financiamiento coreano para algunos proyectos. Uno de ellos es el referido al trigo.
El investigador del Programa Koreano en Agricultura Internacional (KOPIA) Bolivia Richard Delgadillo dijo que los productores ven que, entre otras, la variedad Tropical tiene alto rendimiento. “A través del proyecto estamos apoyando a la difusión, a la producción masiva de estas semillas en las zonas de altura en nuestro departamento, donde se produce la mejor semilla y luego esta semilla va a ser llevada al oriente boliviano para su producción de grano comercial”.
El proyecto comenzó en 2019 y, en la actualidad, están en la fase de producción y multiplicación con parcelas semilleristas en el departamento. Lo que sigue es el nexo con el mercado en Santa Cruz. Para este año está previsto realizar un sondeo de mercado y harán que los productores cochabambinos tengan contacto comercial con los de Santa Cruz. En el departamento hay productores que producen semillas en 40 hectáreas, se prevé que el próximo año la superficie alcance a 60 y en un tercer año, a 80 hectáreas.
El director de KOPIA Bolivia, Soo – Jong Kweon, sostuvo que la intención del proyecto es producir y establecer un sistema también de distribución de buena semilla desde las zonas altas para que se produzca el grano comercial en zonas bajas. “En Cochabamba tenemos una ventaja, en las zonas altas se produce la mejor semilla y después distribuir a zonas bajas en Santa Cruz es el mejor sistema que hemos visto, que puede funcionar muy bien”.
El investigador del proyecto Nacional de Trigo Roberto Butrón explicó que el INIAF desarrolló nueve variedades de trigo. Estos productos de innovación del INIAF se obtuvieron uno en 2015 (Totora 2014), cuatro en 2016 (Yesera, Bolivia 2014, Cinteño, Tropical), dos en 2017 (Tropivalle y Qollpana), uno en 2018 (Llajta) y uno en 2019 (Okinawa).
El productor Zapata ya analiza su apuesta, ahora, por la variedad Okinawa, para luego vender su producción a Santa Cruz. “Estoy tratando de conseguir las variedades del oriente para incorporar en Cochabamba”.
Okinawa es una variedad de semilla de trigo que se desarrolló en seis años, según el responsable departamental del INIAF, Juan Carlos Ortega.
La innovación va acompañada de la tecnología. El investigador Butrón dijo que “antes, los mejores sensores eran los ojos”, pero ahora ya se puede utilizar sensores remotos con eludo de drones.
El investigador José Luis Flores acotó que los drones obtienen fotografías que luego se unen y permiten determinar aspectos como la altura de las plantas, el costeo de espigas y otros datos como la información relacionada con plagas y enfermedades.
Fuente: Periódico Opinión