El ingeniero agrónomo e investigador, Marín Condori, asegura que a pesar de que hay sentimientos encontrados, el agricultor debe adecuarse a la realidad e ir a la par de las innovaciones tecnológicas, razón por la cual la política del ingreso de dos variedades de soya transgénica (HB4 e Intacta) -a través de un decreto supremo- marca un impulso para el sector agropecuario.
De hecho, no cree que se haga un mal manejo de esa tecnología, habida cuenta que el sector productor en general y específicamente el agroindustrial tiene que mejorar el rendimiento en todos los ámbitos, por su importancia en el aporte al PIB nacional.
En los cultivos, con la genética se pueden desarrollar muchas variedades para hacer frente a las condiciones adversas de la sequía, la alta humedad y las elevadas temperaturas, entre otras. No es en vano que hay más de 100 ganadores de premios Nobel que se manifiestan en pro de esta tecnología, lo que contradice a los movimientos que están en contra de su aplicación, siendo que la población cada año va creciendo y a la vez va demandando más alimentos.
En este sentido, como investigador cree que todas las herramientas que existan o que vendrán deben ser siempre manejadas de manera responsable para poder incrementar más la productividad y ser competitivos con otros países.
Por ejemplo, Bolivia apunta a producir 2 o 2,5 toneladas (t) de soya por hectárea (ha), pero en otros países, como Brasil, va de 4 a 4,5 t/ha, además que aquí los costos en logística de exportación son muy caros, mientras que a los vecinos se les abarata casi un 50%. “Si queremos competir internacionalmente, necesariamente tenemos que adoptar esta biotecnología”, afirma.
Es más, en Brasil se está sembrando más de 50 millones de hectáreas de soya, de las cuales entre el 90 y 92% son cultivos biotecnológicos, similar situación con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
En el caso del departamento de Santa Cruz, las zonas de producción son la este, donde principalmente se siembra gran parte durante el verano, y la del Norte Integrado, donde se siembra invierno-verano; en la este, que comprende Pailón, San Julián hasta San José de Chiquitos, se presentan irregularidades de lluvias durante el verano, por lo tanto, si no hay la humedad suficiente, muchas de las siembras se marchitan y se pierde gran superficie por falta de agua.
Para ello, la soya transgénica HB4 tolera mucho a esas condiciones, a ese estrés, por lo cual se levantarían cosechas medianamente regulares para poder seguir sembrando, porque hoy en día el agricultor está muy golpeado por los fenómenos climáticos desde hace unas cinco a seis campañas, a lo que se suma las políticas públicas, como el tema diésel y la inseguridad jurídica de las tierras, entre otros.
Por otro lado, en la zona este-norte se sufre bastante de los ataques de gusanos, para lo cual la tecnología de la soya Intacta permite que pueda resistir la planta al ataque de esas plagas, como los gusanos, anticarsia gemmatalis e hidra spodroptera, y varias especias que dañan a la planta y merman su rendimiento.
Sin embargo, al contar con esta tecnología genética se disminuyen los costos de producción al evitar el uso de herbicidas que se aplica entre tres o cinco veces en la soya orgánica, así como también se evitan las pasadas de tractor en el chaco, ahorrando en el consumo de diésel y de agua, lo que se traduce en un impacto cada vez menor al medioambiente, con menos envases desechados.
Tampoco está mal el sistema orgánico, lo que pasa es que no se adecua a cultivos extensivos como la soya, la caña, el maíz. “Yo puedo controlar comúnmente pequeñas superficies, como una hectárea, manualmente con productos, pero manejar 1.000 o 5.000 ha es casi imposible bajo el sistema orgánico, así que no queda más que acudir a una tecnología nueva como los transgénicos, en la cual son múltiples las ventajas”, argumenta Condori.
Fuente: Cámara Agropecuaria del Oriente CAO