El puente “clandestino” de los menonitas lleva la deforestación a los Bañados de Isoso y amenaza al Kaa Iya

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Más de 200 familias de menonitas compraron 14.400 hectáreas de bosque en los Bañados de Isoso que colindan con el área protegida nacional. Para deforestarlas, construyeron en silencio, sin autorización del Gobierno ni estudio sobre el impacto ambiental, un puente de 150 metros de largo sobre el río Parapetí, que les costó medio millón de dólares. Ya metieron 15 orugas y deforestaron 3.000 hectáreas.

El legendario río Parapetí, hasta antes de octubre del 2021 era el gran muro natural que impedía que los dientes de la deforestación muerdan las puertas del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (Anmi) Kaa Iya del Gran Chaco, y que también arranquen pedazos a los Bañados del Isoso que son un sitio RAMSAR, de prioridad internacional y escenario de reproducción, desarrollo, fuente de alimentación y hogar de incalculables especies de peces y anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Los ganaderos y agricultores que pretendían expandir sus dominios se topaban con las profundas aguas del río en tiempos de lluvia y con la arena indómita en los largos meses de sequías. Entonces, desistían de sus intentos porque sabían que no era buen negocio producir en un lugar enclaustrado y que —sobre todo— es tierra vecina del Kaa-Iya que con sus 3.441.115 hectáreas (superior al tamaño de Bélgica), constituye el área protegida de mayor superficie de Bolivia y —junto a Los Bañados de Isoso—, son un patrimonio natural incalculable para la salud ambiental de América y del planeta.

Pero un grupo de menonitas que ya habían agotado las tierras de la colonia Pinondi —también en el municipio de Charagua del departamento de Santa Cruz—, le echaron el ojo al predio Cuarirenda de 14.400 hectáreas de bosque seco chaqueño que se encuentra al otro lado del Parapetí, colindante con el Kaa Iya y que —además— gran parte se encuentra dentro de los Bañados de Isoso, se lo compraron y construyeron un puente a su gusto y medida para que nada impida meter la maquinaria para deforestar el bosque y construir ahí un nuevo hogar.

El 2021, mientras Bolivia estaba encerrada en los episodios de cuarentena por el Covid-19, ese muro natural que era el Parapetí fue fracturado por el puente de 150 metros de largo que ya está construido. La mole de acero está ubicada en el sur del departamento de Santa Cruz, en la provincia Cordillera, dentro del municipio de Charagua, a 15 km de la comunidad guaraní Cuarirenda y a 285 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz.

—El puente nos ha costado 500.000 dólares y no hemos pedido permiso al Gobierno. Lo hemos hecho nosotros solos— revela Isaac Pener, uno de los jefes de hogar de las 200 familias menonas que ya se están instalando en la nueva colonia que mantiene el nombre de Cuarirenda pero que ellos piensan cambiar en el futuro.

Los menonas no solo han construido un puente. También han abierto un camino de 15 km de largo y 25 metros de ancho desde la comunidad guaraní que también se llama Cuarirenda hasta el lecho del río y 3.5 km desde el otro lado del Parapetí hasta la nueva colonia.

Tras que el puente estuvo concluido en octubre del 2021, todo empezó a cambiar en el bosque chaqueño. Desde que la obra fue estrenada ya cruzaron 15 orugas desmontadoras de una banda a la otra del río, las instalaron dentro de las14.400 hectáreas de y se pusieron a depredar. Ya van desmontando cerca de 3.000 hectáreas, mientras el diésel que mueve a la maquinaria les llega bajo el servicio de delivery, es decir, de puerta a puerta. Un camión cisterna con 30.000 litros del combustible atraviesa el nuevo camino, cruza el puente de acero y los menonas lo reciben con los brazos abiertos para que las orugas no descansen y operen con el diésel que —al ser importado por el Estado a un precio más alto que el que se vende en Bolivia— es subvencionado con los impuestos de los bolivianos.

 

 

La deforestación también la está pagando el pueblo.

Isaac Pener tiene la sonrisa amplia y los cabellos dorados como el sol que le provoca el sudor en su frente. Está parado en la playa del Parapetí, metido en un overol de color azul marino y su mirada reposa sobre el puente que ayudó a construir y que ahora observa con orgullo:

—Lo hemos hecho sin ayuda de autoridades de Bolivia ni de ingenieros— recalca.

Isaac tiene 41 años de edad, diez hijos en dos matrimonios y dejó de vivir en Pinondi, la colonia que ya agotó la fertilidad de su suelo. Hace una semana se ha trasladado cargando sus bártulos en un camión y se ha instalado en su flamante casa donde vive con su numerosa familia.

—Mi primera esposa murió dando a luz— lamenta.

El puente —dice— pesa más de 150 toneladas, mide 150 metro de largo, 3,5 metros de ancho, tiene una altura de cinco metros y lo sostienen cinco pares de columnas robustas que tienen una profundidad de 7,5 metros.

—Estoy feliz porque ya tenemos puente. Cuando compramos las tierras al frente del río, teníamos miedo de no poder utilizarlas. Pero apareció el tipo que tiene mucha cabeza, que es inteligente y que nos aseguró que él podía diseñar y dirigir la obra. Él permitió que ahora disfrutemos de estas tierras buenas.

El “tipo que tiene mucha cabeza” también es menona, se llama Cornelio Eins, tiene ojos grandes y es de pocas palabras. Dice que él ha trabajado en el diseño de la obra pero que la construcción es el resultado del trabajo de toda la colonia, que también ha tenido que fabricar una grúa con la que instalaron las seis piezas del puente, que compró 200 hectáreas para él y sus seis hijos, que por ahora solo desmontará 80 hectáreas, que la cantidad de tierra que tiene no es suficiente pero que está tranquilo porque hay más bosque en pie para comprar y deforestar.

Cornelio Eins tiene la fama, entre los menonitas, de ser el genio que inventa cosas para beneficiar a las colonias que se encuentran en la provincia Cordillera de Santa Cruz. Él concibió la idea del puente, lo diseñó, hizo los planos para construirlo, planificó el método para transportarlo desde Charagua (donde lo trabajaron) y cómo transportar las partes de la obra, de 35 toneladas cada una, hasta el río Parapetí.

Todo eso, en menos de un año.

Isaac Pener reitera que no pidieron permiso al Gobierno para construir el puente, que no hicieron ningún estudio de impacto ambiental, que solo pidieron la venia de los comunarios de Cuarirenda para abrir 15 kilómetros de camino para poder llegar hasta el Parapetí, que ellos son la primera colonia que ahora existe al otro lado del río y que puede que vengan otras más ahora que ya no hay ningún obstáculo para cruzar a la banda donde mora el bosque y los Bañados del Isoso.

—Sabemos que hay más tierras al sur. Nos la han ofrecido— revela.

En la nueva colonia ya viven dos docenas de familia y en las próximas semanas llegarán el resto, hasta alcanzar las 200. Las casas de ladrillo visto ya se alzan a paso seguro y tras que las vayan terminando las irán ocupando.

El trabajo está organizado. Unos construyen las casas, otros, deforestan y un solo hombre: Bernardo Pener, perfora el suelo en busca de agua.

Hasta la fecha ya ha perforado 18 pozos artesianos y estima llegar a más de 100 en las próximas semanas. La demanda por sus servicios lo tienen felizmente ocupado.

—No cuesta encontrar agua aquí. A los 84 metros de profundidad aparece el líquido— cuenta.

Esa “facilidad” para encontrar agua se debe a que el hombre está perforando uno de los humedales más importantes para Bolivia y América, un recurso natural de gran importancia no solo para los bosques y la fauna, sino también para los indígenas no contactados que viven libres por los montes chaqueños.

Bernardo Pener tiene su casa en Tamané, una colonia que se encuentra a 60 km al otro lado del río y que es vecina de Pinondi, Durango, Casa Grande y La Sierra. Él es agricultor pero buena parte de sus horas las dedica a la perforación de pozos. Dice que gana bien, que en promedio cobra Bs 14.000 (un poco más de 2.000 dólares) por trabajo y que cada semana tiene varias solicitudes.

Justo ahora está perforando un pozo. Empezó ayer a las 10 de la mañana, paró un par de horas a causa de la lluvia, pero ni bien escampó el cielo volvió a su faena.

Alrededor de él hay una docena de menonas que de alguna manera le dan una mano. Están alrededor de una torre de no más de cuatro metros de altura. Uno de ellos ceba tereré y lo comparte como un tesoro.

—Calma la sed y quita el sueño— dice el cebador.

Isaac Pener, que es hermano de Bernardo, el buscador de agua, dice que cada una de las 14.400 hectáreas la han comprado a 70 dólares de un propietario cruceño, pero que los jefes de la colonia se las están vendiendo a cada menona a 150 dólares la hectárea, y que esa diferencia de 80 dólares es para recuperar el medio millón de dólares que costó el puente y los gastos en la apertura del camino y alambrado alrededor de la colonia para que no entre ganado ajeno.

—A nosotros no nos gustan los problemas— remarca.

Para Isaac, el río Parapetí —sin un puente que lo atraviese—, era un problema. Para solucionar ese problema, decidieron construir uno con su propio dinero, sus propias manos y sus propias leyes.

Quince orugas ya desmontaron 3.000 hectáreas y ván por más

Un ejército de quince orugas trabaja desde que sale el sol y sus motores a diésel dejan de bramar cuando el sol es tragado por las copas de los árboles que aún quedan en la propiedad de Cuarirenda. En la cabina de cada una de ellas, hay un menonita que opera como el autor material de la deforestación de ese predio que colinda con el Parque Nacional y ANMI Kaa Iya del Gran Chaco. El dueño de la parcela lo ha contratado para que haga el trabajo bajo el compromiso de pagarle —en algunos casos— 200 dólares por cada hectárea de árboles tumbados.

El paisaje cambia con brutalidad. El maquinista se sube a la oruga y tras que enciende el motor las aves salen en estampida. La máquina se abre paso a la mala por entre la vegetación rompiéndolo todo. Avanza como un tanque matando todo lo que se interpone a su paso: a veces es un quebracho, a veces un algarrobo, un palo santo o un mistol. Hasta hace unos segundos estaban en pie, esbeltos y con sus ramas al viento. Ahora son cuerpos vegetales caídos en desgracia. La pala de la oruga embiste como un toro metálico y los arranca desde las raíces. Algunos árboles —los más fuertes— se resisten a morir. El menona se esfuerza, retrocede, se impulsa, avanza, arremete. Los árboles combaten. Sus raíces se agarran de la tierra como una mano con dedos grandes. Pero la oruga no perdona y da la última estocada. Alrededor queda un enorme vacío, una tierra sin sombra, el ocaso de un paraíso natural del anta y el tapir, el chancho solitario y el tropero, el jaguar, el puma y el oso bandera.

—A los árboles más bonitos no los tumbamos. Los dejamos como adorno entre las plantaciones de sorgo y de maíz— dice un menona que es dueño de 100 hectáreas.

Un árbol bonito —para él— es el más alto de toda la parcela que ha encargado deforestar.

Un árbol solitario ha quedado como un fantasma asustado en el centro del terreno vaciado de cientos de árboles que hasta hace un momento gozaban de buena salud y estaban ahí.

—Tenemos el permiso de la Forestal para deforestar— dijo el menona Isaac Pener.

Revista Nómadas le consultó vía WhatsApp a la autoridad ejecutiva de la ABT, Omar Quiroga, para que pueda confirmar si los desmontes en la propiedad Cuarirenda tienen autorización.

“Estoy instruyendo a mi gente que me consigan la información y se la hago llegar”, prometió Omar Quiroga.

Revista Nómadas sigue aguardando esa información.

La oruga es una máquina amarilla con un tren de rodamiento que le permite moverse por terrenos irregulares; tiene en su parte frontal una hoja topadora con la que el maquinista penetra la superficie de la tierra y va arrancando los árboles de raíz. El motor D6 de estos aparatos consume en promedio 28 litros de diésel por hora y elimina una hectárea de bosque en aproximadamente tres horas.

—El tiempo que se tarda en deforestar depende de la habilidad del chofer. Por eso a algunos es mejor pagarles por hectárea que por hora de trabajo —dice Isaac Pener.

Un atentado a los Bañados de Isoso y una presión al Kaa Iya

La construcción del puente sobre el río Parapetí y la deforestación que está sufriendo la propiedad de Cuarirenda ya ha provocado que las voces que protegen a los bosques en Bolivia, manifiesten sus preocupaciones.

Rosa Leny Cuéllar, directora técnica de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), ha dicho con aplomo: «Entiendo que ese puente está en la zona del río Parapetí y Bañados del Isoso que es un sitio RAMSAR de prioridad internacional declarado así en el año 2001.  Desconozco la ubicación exacta y las formalidades logradas para dicha construcción, pero tal como me he informado, conduce a unas propiedades menonitas aledañas al Parque Nacional Kaa Iya, lo cual es un alto riesgo de acceso y presión a este gran Parque que representa a la última oportunidad de conservación del bosque Chaqueño en buen estado de conservación.  Es también un atentado a este humedal de tanta importancia para la seguridad hídrica de la región».

Oswaldo Maillard, responsable del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano, de la FCBC, confirmó que entre el 30% y 40% de la propiedad Cuarirenda está dentro del área de lo que es el sitio RAMSAR Bañados del Isoso y río Parapetí y que un 5% en el interior del ANMIi Kaa Iya.

“El Parapetí y los Bañados de Isoso son muy importantes porque ayudan a alimentar otros humedales, como a laguna Concepción. “Si aquí se reduce el nivel del agua, es seguro que afectará a otros lugares. Además, con la deforestación, el bosque va a quedar fragmentado, como una isla desconectada de los otros ecosistemas y eso es algo que se tiene que evitar”, advirtió.

En la página oficial de los sitios RAMSAR, describe a los Bañados del Isosog como “el humedal más grande e importante de Santa Cruz t de la región biogeográfica multinacional del Chaco, el sitio sostiene una comunidad diversa de flora y fauna característica de los ríos del Chaco. Los Bañados se encuentran en la terminación del curso del río en una depresión tectónica y son de gran importancia estacional como fuente de agua. Al ser la única fuente de agua en una región de bosque seco, durante la estación seca el lugar proporciona un apoyo vital a al menos cuatro especies de mamíferos de mayor tamaño (tipos de armadillo, pantera, pecarí y tapir) que están catalogados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como vulnerables o en peligro de extinción. Desde el punto de vista ecológico, debido a su conexión hidrológica con la cuenca del Amazonas, el sitio forma parte de un corredor biológico y genético que permite el flujo e intercambio de especies del norte más húmedo con las de las zonas áridas del sur. Las orillas del Parapetí han sido habitadas por el pueblo Isoseño-Guaraní desde al menos el siglo XV, que ha tenido un escaso impacto sobre los valores naturales del sitio, y la zona sigue siendo el centro físico y espiritual de su cultura. Aproximadamente un tercio del sitio RAMSAR está incluido en el Parque Nacional Kaa-Iya del Gran Chaco”.

Daniel Villarroel, subgerente de investigación y monitoreo de ecosistemas de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), asegura que en Bolivia, quien quiera construir un puente necesita una licencia ambiental que es otorgada por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

Explicó que para iniciar esa solicitud debieron haber llenado el formulario de Nivel de Categorización, lo que antes era la ficha ambiental”, detalló Villarroel, que también dijo que en todo ese proceso se solicita un estudio de evaluación ambiental para identificar los impactos potenciales y reales.

“El puente, entre sus impactos que causa, está el hecho de que funciona como un dique que acumula palos y va obstruyendo el paso del agua.  El no contar con este documento, prácticamente conlleva a que todo sea una verdadera catástrofe legal y ambientalmente”, calificó.

También desde el punto de vista legal —continuó el subgerente de investigación y monitoreo de ecosistemas de la FAN— la construcción de un puente y la apertura de caminos debe respetar la servidumbre ecológica como cuerpos de agua y humedades.

“El río y los humedales tienen un margen que corresponde a una servidumbre ecológica que no debe ser tocada. La aprobación de desmonte sobre estas áreas tendría que haber sido negada porque están protegidas por ley”.

Sobre los impactos que pueden darse, Daniel Villarroel considera que el puente será el foco que encenderá la mecha para abrir la expansión de la frontera agrícola, la toma de tierras fiscales y el Parque Kaa Iya tendrá mayor presión.

“La deforestación que ya emprendieron los menonitas afectará a la fauna que se verá obligada a emigrar a otros lugares y se cortarán los corredores”, lamentó.

El economista ambiental, Stasiek Czaplicki Cabezas, a mediados de diciembre del 2021, cuando Revista Nómadas empezó con esta investigación periodística, resaltó que el Parque Kaa Iya se constituye en la única área de conservación de los bosques chaqueños y que incluye un tercio de los bañados de Isoso, que a su vez es el mayor humedal de esta región e incluso es un sitio Ramsar, clave para las funciones ecosistémicas del bosque chaqueño y de toda la ecoregión.

Consideró que la noticia de la construcción de un puente sobre el rio Parapeti, al sur de los bañados de Isoso, es una noticia extremadamente preocupante, y que, por un lado, el puente y la apertura de camino da acceso a maquinaria y transporte pesado a una zona que se encontraba relativamente libre de deforestación, pero que ahora corre el riesgo de enfrentarse al mismo destino que la región oeste del río. En otras palabras, a convertirse en un área de producción de monocultivo y ganadería.

Enfatizó que la actividad agropecuaria que se vaya a llevar adelante en el área de los Bañados de Isoso, sin lugar a dudas, como se vio en otras regiones del país, como en Laguna Concepción, por ejemplo, puede tener un impacto severo en los recursos hídricos de dicho humedal.

Advirtió que las deforestaciones cerca de los humedales pueden reducir su capacidad a recargarse y a cumplir sus funciones ecosistémicas y que, desde luego, la construcción de un puente de esta magnitud no puede pasar desapercibida por los líderes locales y nacionales. Se requiere de la urgente intervención de las autoridades correspondientes.

“Les dimos permiso para que abran el camino de 15 km”

A 15 km antes de cruzar el puente que construyeron los menonitas, se encuentra la comunidad guaraní que también se llama Cuarirenda. En el centro hay un árbol centenario de mistol y bajo su sobra están sentadas 70 personas, celebrando la asamblea semanal en la que abordan sus problemas y la búsqueda de soluciones que casi nunca llegan.

Es una comunidad que alberga a 1.800 personas, según lo ha dicho su capitán comunal, Jhonny García Melgar. Él y sus vecinos están contentos porque los menonitas han construido el puente.

La autoridad guaraní explicó que al otro lado del Parapetí se encuentran las comunidades de Aguarati, Coropo, Iyobi, Aguaraigua, Rancho Viejo y Cerro Colorado.

—Cuando alguien de nuestros hermanos se ponía mal, al enfermo lo pasaban en sábanas por el río, costaba cruzar para llevarlo a un hospital. Ahora se podrá auxiliar en la ambulancia que tenemos aquí en Cuarirenda.

Por eso, Jhonny García dice que toda la comunidad se puso feliz cuando supieron que los menonas habían comprado el predio de 14.400 hectáreas ubicado al frente del Parapetí y que con gusto les dieron permiso para que abran un camino de 15 km de largo desde la comunidad hasta el lecho del río.

Los de Cuarirenda construyeron dos hornos de barro y en ellos ahora producen carbón con los troncos de los árboles caídos a los costados del camino. Ya tienen planificado que cuando la materia prima se acabe, irán hasta la colonia de los colonos a recoger los frutos de la deforestación que están realizando sus nuevos vecinos.

Ante la falta de estudios de impacto ambiental, Jhonny García, dice que están tranquilos porque el agua del Parapetí no ha quedado atorada y que fluye libre por debajo del puente.

—Los menonitas construyeron solos el puente. Ni un presidente de Bolivia, ni un político lo hizo antes. Nosotros no hemos puesto ni un peso— afirma, orgulloso. Enseguida lanza una aclaración: A los menonitas les hemos hecho comprometer a que no deforestarán más allá de su territorio.

Las cosas no han sido fáciles para los habitantes de Cuarirenda cuando se trata de obras públicas. El 2018, bajo el calor de la una de la tarde, sintieron el ruido estrepitoso de algo enorme que se estrelló contra el suelo. Era el tanque elevado de agua con capacidad para 30.000 litros que les habían construido bajo el proyecto estatal Mi agua y que se desplomó sin previo aviso.

—Nos habían dicho que iba a durar muchos años, pero apenas llegó a los cinco. Ya nos habíamos dado cuenta de que las pilastras que sostenían el tanque elevado de cemento eran tan flacas que nunca nos dieron confianza.

El tanque permanece en tierra, abatido como un animal prehistórico.

El racionamiento de agua golpea a la comunidad. Tienen un pozo de agua, pero el viejo tanque de plástico que tenían lo han vuelto a usar y no abastece. A las cuatro horas queda vacío. Recuerda que alguna autoridad les prometió construir un nuevo tanque de cemento elevado, pero hasta ahora, nada.

—Primero ha llegado el puente y no ha sido el Gobierno el que lo ha construido.

En Cuarirenda no descartan pedirle a los menonitas que les hagan el favor de construirles un tanque con capacidad para 30.000 litros de agua.

Los menonitas, para muchos en Cuarirenda, son una especie de superhéroes.

El capitán comunal también dice que las lluvias cada vez son más escasas y que los periodos de sequía son más extensos.

Pero con la deforestación —coinciden varios ambientalistas — los tiempos de las épocas secas serán peores porque la lluvia no cae del cielo como por arte de magia, sino, es generada por los árboles que ahora están siendo derribados.

En la comunidad de Cuarirenda, Jhonny García puede dirigir la reunión comunal gracias al mistol que protege del sol a las más de 70 personas que están cómodamente sentadas en sillas de plástico.

—No sé qué haríamos sin la sombra que este árbol nos regala— dice el Capital comunal, mientras al frente del Parapetí, en la colonia de los menonitas, los desmontes tumban la casa de los animales silvestres.

Solo un acuerdo de palabra con la Capitanía de Bajo Isoso

El Viceministro de Medioambiente y Biodiversidad, Magín Herrera, tras que Revista Nómadas lo llamó para consultarle sobre la construcción del puente sobre el Parapetí y el predio que están deforestando los menonas, tomó conocimiento del tema, hizo algunas llamadas explicó que la construcción del puente por parte de los menonitas ha sido advertida por los guardaparques del Kaa Iya, quienes dieron a conocer al Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap). Detalló que hicieron referenciación de localización y que como la obra no estaba dentro del área protegida, vieron que ya no era competencia legal de la institución y se asumió que el Gobierno autónomo indígena de Charagua debía de tomar las acciones pertinentes y conocimientos sobre si existían o no los resguardos técnicos y ambientales.

—Este procedimiento probablemente se haya realizado o no, no lo sabemos— dijo el viceministro y lanzó su hipótesis: “Parece que las necesidades sociales y económicas abligaron al municipio de Charagua a aceptar la construcción del puente.

Pero como autoridad que debe proteger al medioambiente y a la biodiversidad, Magín Herrera se comprometió en tomar cartas en el asunto tras que se publique este reportaje, porque dijo que también está enterado que en los Bañados del Isoso la biodiversidad, la flora y la riqueza piscícola pueden verse afectada con el puente.

“Toda obra tiene un impacto económico, pero también puede tener un costo social y en el medioambiente. La importancia de las licencias ambientales de un proyecto es que hace valoración de la zona, sus recursos naturales y qué planes de manejo requerirá cada proyecto. Esa ficha técnica y ambiental del puente no figura en base de datos del Viceministerio de Medioambiente”, reveló.

Marcel Caballero, director del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Kaa Iya del Gran Chaco, también dijo que el puente está fuera del área protegida y que no pudo hacer nada porque escapa a su competencia.

“Como toda construcción, puede afectar a cualquier entorno natural, esos lugares son bañados y al final no hemos visto qué efectos puede producir, quizá más adelante se vea en el tema de la llenura de la zona o no. El tiempo no los dirá”, advirtió.

La autoridad reconoció que los Bañados del Isoso son importantes para el Kaa Iya, que cumplen la función de brindar humedad al entorno de los bosques, que a los menonitas se les ha pedido que respeten la servidumbre ecológica, especialmente las partes que bordean con el área protegida, que en total son 20 los guardaparques con que cuenta su dirección y que no existe ninguna comunidad dentro del Kaa Iya, pero que sí hay presencia humana porque está comprobado que ahí habitan los indígenas no contactados y que viven en aislamiento voluntario.

A medio camino, entre la comunidad de Cuairenda y el puente, hay un letrero que dice: AIOC (Autonomía Indígena Originaria campesina) Charagua Iyambae (Sin dueño): Zona de vida de indígenas aislados. No contactarlos ni acercarse. Art. 31 CPE.

El artículo 31 de la Constitución Política del Estado de Bolivia, textualmente dice: “Las naciones y pueblos indígena originarios en peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados, serán protegidos y respetados en sus formas de vida individual y colectiva”.

Los indígenas no contactados que habitan el Isoso y que viven en el Chaco boliviano, ahora tendrán menos bosque para vivir.

El puente que construyeron los menonitas no les será de utilidad.

Según Marcel Caballero, la construcción del puente sobre el Parapetí es competencia de las autoridades de Charagua.

El máximo líder de la Capitanía del Bajo Isoso, Hubert Rivero, afirmó que los menonitas de la colonia Cuarirenda compraron la propiedad de un hombre que apellida Ortiz, que lo visitaron antes de construir el puente y que hasta ahora solo existe un acuerdo de palabra con ellos porque lo importante era asegurar la construcción porque al otro lado del río existen siete comunidades indígenas que estaban anegadas en tiempos de lluvias y de sequías.

“Aún no hemos firmado ningún convenio ni autorización por escrito. Eso está pendiente. Ahora solo hay un pequeño borrador de documento que hicieron ellos y que aún no hemos revisado. Hace falta que nos sentemos a ver ese tema. Nosotros de palabra le hemos dado el permiso para que construyan el puente”, ha dicho el capitán Hubert Rivero, que también ha resaltado el hecho de que los menonitas no hayan contratado a ningún ingeniero ni calculista estructural para diseñar la obra: “Ellos no necesitan de nadie, saben todo, hacen y deshacen los fierros. Tienen mucha creatividad”, los ha valorado.

El capitán del Bajo Isoso adelantó que además de la firma de ese convenio que está pendiente, tienen que sentarse a verificar los impactos ambientales del puente que se dieron o pudieran darse a fututo en la zona, y confirmó que el 40% del predio de 14.400 hectáreas de los menonitas se encuentra dentro de los Bañados del Isoso.

—La deforestación, claro que afectaría, pero hay que ver cómo se manejaría la figura.

A Hubert Rivero no le quita el sueño la posibilidad de que la frontera agrícola avance o que los avasalladores, ahora que hay un puente sobre el Parapetí, pongan sus ojos en esta región chaqueña.

—No hay espacio para nadie más, lo único que queda es el parque Kaa Iya y las propiedades ganaderas Monte Alto y Cachari que estaban antes de 1995, año en que se declaró al Kaa Iya como Parque Nacional.

Revista Nómadas buscó tener la versión de alguna autoridad de Medioambiente de la Gobernación de Santa Cruz. En un primer contacto con el departamento de comunicación de esa unidad, se excusaron de emitir una versión, bajo la justificación de que el Kaa Iya es un Parque Nacional y que no es de su competencia el tema. Revista Nómadas insistió, señalando que el puente está construido sobre el río Parapetí, un recurso hídrico departamental. Hasta el cierre de este reportaje, no se ha tenido respuesta.

Guardaparques detectaron la obra en febrero del 2021

El 12 de febrero del 2021, el jefe de protección del Parque Nacional y ANMI Kaa Iya Gran Chaco, Rober Salvatierra Montaño, envió al director de esa área protegida, Marcel Caballero, un informe sobre la inspección que realizó al puente que en ese momento estaba siendo construido sobre el Parapetí. Mediante ese documento, le informó que la visita de campo la realizó el 8 de febrero en compañía de los guardaparques Elio Ity y Jorge Segundo, y los técnicos del Gobierno Autónomo Indígena Originario Campesino Charagua Iyambaé (GAIOCH), José Ávila, Omar Alarcón, Prudencio Guarumba y el campitán comunal de Cuarirenda, Jhonny García.

Robert Salvatierra le explicó a Marcel Caballero que se efectuó el recorrido por aproximadamente 15 km desde el noreste de la comunidad de Cuarirenda hasta el curso del río Parapetí, que se pudo observar que el camino era en gran parte nuevo, realizado con maquinaria, y en algunos sectores estarían construyendo un terraplén porque la zona es baja en la parte del bañado. También le explicó que hacia el otro lado del río se observó un desmonte sobre la servidumbre del rio, como para continuar con la apertura de camino en dirección hacia el área protegida. Le dijo que el señor José Ávila, funcionario de la GAIOCH, aseguró no tener conocimiento formal u oficial referente al cumplimiento de los trámites ambientales, administrativos y legales para la construcción de este puente.

Robert Salvatierra, al final de su informe, dio varias recomendaciones:

“Es muy importante conocer si el proyecto cuenta con el cumplimiento a las regulaciones ambientales, ya que el lugar donde se están realizando los trabajos, es zona de servidumbre ecológica, además, extremadamente frágiles al ser parte de los bañados del Isoso y tener la categoría internacional de sitio Ramsar”.

“La apertura de caminos nuevos, la construcción de un puente en el sector, al estar próximo a un área protegida de carácter nacional, debe contemplar en las medidas de mitigación, acciones que puedan contrarrestar el aumento de las presiones hacia el Kaa Iya, así como la degradación que pueda ocasionarse en todas las etapas del proyecto y mínimamente tomar en cuenta la opinión técnica del Sernap”.

Al final del informe, Robert Salvatierra le hizo las siguientes recomendaciones a Marcel Caballero: “Con el respeto que su autoridad merece, me permito sugerir se solicite información a las instancias competentes referente al cumplimiento de los procedimientos para la implementación del proyecto y se ejecuten las acciones correctivas correspondientes en el marco de las normas establecidas”.

Salvatierra, en entrevista con Revista Nómadas, agregó que no solo se debe analizar si el puente fue construido bajo los parámetros y las normas técnicas y medioambientales, sino también que debe preocupar el hecho de que gran parte del predio de 14.400 hectáreas que compraron los menonas, se encuentra dentro de los Bañados del Isoso, y que por lo menos el 3% de ese territorio está dentro del Kaa Iya.

El jefe de protección sabe que las actividades agrícolas, los desmontes en los Bañados de Isoso, a la larga, nos pasarán factura: “Todas las propiedades privadas les echan ojo a esas tierras porque son las únicas que mantienen durante el año algo de agua. En esa zona de los bañados avanzó a gran velocidad la deforestación agrícola y lo único que está quedando es el límite del Kaa Iya”.

La propiedad Cuarirenda de los menonas, es el primer predio que se está dedicando a la agricultura intensiva en la zona.

La preocupación de Robert Salvatierra recobra fuerza si se considera la importancia que tienen los Bañados de Isoso. “Su principal función es que retiene la mayor cantidad de agua del bosque y en la zona de los bañados están los arboles más grandes, las pozas con agua, es el sitio de reproducción de muchas especies y ahí subsisten los animales en los meses de sequía”.

Fuente: Revista Nómadas