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La agricultura y la ganadería aportan el 14 % de las emisiones y su actividad también es imprescindible para un medio ambiente en el que con su trabajo buscan el equilibrio y la máxima sostenibilidad ambiental, económica y social.
La agricultura y la ganadería aportan el 14 % de las emisiones, por detrás de industria, transporte o sector energético, pero su actividad también es imprescindible para un medio ambiente en el que con su trabajo buscan el equilibrio y la máxima sostenibilidad ambiental, económica y social.
Cultivar la tierra o cuidar el ganado son por eso protagonistas de un cuadro cuyo marco es el medio natural, y que en su simbiosis se necesitan con la sostenibilidad como máxima para convivir.
Las administraciones y los agentes de la cadena de valor agroalimentaria reiteran en congresos y conferencias esa necesidad de sostenibilidad ambiental, económica y social; un equilibrio que no es fácil y en el que surge el debate sobre si alguno de esos tres valores tiene que primar.
La última fricción en ese sentido surgió hace apenas unos días cuando la Comisión Europea presentó su estrategia “De la granja a la mesa”, un plan de economía “verde” que preocupa a las organizaciones agrarias y a algunas formaciones políticas, al considerar que incrementará los costes de producción sin los incentivos o el apoyo adecuados.
La agricultura y la ganadería son además una de las actividades en el foco de ecologistas y animalistas por sus emisiones, aunque con los datos públicos en la mano no es de las más contaminantes.
LAS CIFRAS
El avance 2018 de las cuentas medioambientales del Instituto Nacional de Estadística (INE) apunta que el sector de la agricultura, la ganadería, la selvicultura y la pesca es, de los cuatro ámbitos productivos principales, el menos contaminante, por detrás de la industria manufacturera, el suministro de energía eléctrica y gas; y el transporte y almacenamiento.
El sector primario aporta anualmente el 14,2 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en España, con 48,4 millones de toneladas de CO2 equivalente.
El problema se produce en las emisiones de metano, ya que es el principal emisor (62,7 % del total), y lo mismo le ocurre con el óxido nitroso (78,7 % del total), si bien sus aportaciones de dióxido de carbono apenas superan el 4,5 % de todo lo que se genera.
El metano se expulsa por la degradación anaerobia de la materia orgánica, tanto en la digestión de los rumiantes como por las deyecciones (purines); el uso de fertilizantes en los suelos agrícolas está detrás de las emisiones de óxido nitroso.
LAS ACCIONES EN EL CAMPO
El campo, no obstante, lleva años potenciando acciones para reducir emisiones o para agrandar su papel como sumidero (absorción) de carbono.
Hay ejemplos con nombres y apellidos, como Miguel del Moral, quien gestiona un centenar de hectáreas de olivar y otros cultivos en Jaén, y en cuya actividad son palpables las prácticas respetuosas con el medio ambiente.Deja, por ejemplo, crecer la vegetación en las lindes y márgenes de los arroyos al no aplicar herbicidas o prácticas agrícolas en esas zonas para favorecer la vida de la fauna salvaje, según cuenta a Efeagro.
En la “tierra calma” -la que no tiene olivar-, aprovecha para hacer rotación de cultivos como el trigo duro o las habas, cuyas raíces son fijadoras de nitrógeno.
Del Moral recuerda que rotar sirve para que las tierras no agoten los nutrientes que cada cultivo demanda y que periódicamente se deja un año en barbecho (sin cultivar) para facilitar la recomposición del suelo.
También muestra su compromiso con el medio ambiente en su deseo de dar cuanto antes el salto a la producción ecológica y en procesos como el uso de los huesos de las aceitunas para generar energía, que entronca con el objetivo del proyecto LIFE Olivares Vivos que potencia la existencia de fincas como refugios de biodiversidad.
Álvaro Sánchez-Ocaña dirige varias explotaciones de vacuno de carne y terrenos con forraje y pastos en Extremadura, con decisiones marcadas por la búsqueda de la sostenibilidad con acciones como aumentar la fertilidad de la tierra mediante leguminosas.
Las leguminosas fijan nitrógeno atmosférico, que luego puede ser usado como nutriente por el resto de plantas, señala. También apuesta por canales cortos de comercialización, que reducen la huella hidrológica o las emisiones -al depender menos de los transportes- o por raciones de comida más ajustadas a las necesidades reales del vacuno, para optimizar los procesos de cría y reducir la emisiones de metano.
Decisiones de gestión relacionadas con los proyectos Life Beef Carbon y Adaptavac, que conoce gracias a su pertenencia a la asociación Asoprovac.
En el caso de Antonio Casañé, está al frente de una granja de cerdos en Cataluña en la que tienen en cuenta la formulación de los piensos para aplicar aquellos con los que los animales excretan menos nitrógeno y fósforo, ya que son de los nutrientes más contaminantes.
Además, recicla el purín al usarlo como abono, y así evitar emisiones a la atmósfera; y sus naves, ubicadas de una forma eficiente energéticamente, están iluminadas con bombillas de bajo consumo.
También echa mano de la energía solar, gracias a placas colocadas en los techos que aportan el 80 % del total necesario en la explotación.
Protagonistas de esta partida de la sostenibilidad que se juega también en el campo, cuyo futuro dependerá en gran medida de su capacidad para amoldarse a estos requisitos “verdes”.
Fuente: Efeagro