Bolivia tiene mucho potencial por diversificar los derivados de la caña de azúcar y qué mejor con el Etanol”, asegura Flavio Castellari, Director Ejecutivo de APLA (Arreglo Productivo Local de Alcohol) del Brasil. En contacto con El Día, refleja la dimensión productiva de toda la cadena sucro alcoholera de su país frente a la actividad cañera, aún incipiente, de Bolivia, cuyos promedios en rendimiento en campo están muy por debajo de la media óptima de producción alcanzados por el país vecino, además de la tardía reacción e ingreso en los biocombustibles.
Para Castellari, con la vasta experiencia de su país en el desarrollo de la actividad agroindustrial de la caña de azúcar, no hay excusa que valga para que Bolivia, hoy más que nunca, afiance su matriz productiva y energética, hacia la generación de combustibles verdes. Además, hace una retrospectiva de cómo, el vecino país alcanzó el sitial que hoy ostenta, como el país más avanzado en producir azúcar y al mismo tiempo los combustibles verdes a base de alcohol hidratado y el etanol (deshidratado).
P. ¿Cuántos años de tradición cañera de Brasil?
F.C.: Primero habrá que contextualizar que la caña de azúcar vino o fue traído desde el Africa por europeos, con el proceso de la colonización. Es cierto quienes lo trajeron, allá por los años 1.500, fueron los europeos con el descubrimiento de América. Primero llegó a Cuba, luego se fue moviendo de fuera para adentro, con plantaciones en Centroamérica y Sudamérica. En Brasil, las primeras plantaciones llegaron en los años 1.500. Fuimos ya por entonces los primeros y grandes productores de azúcar. En realidad constituimos la primera industria de transformación del Brasil. Antes de eso se exportaba madera, minerales.
Entonces, la tradición cañera arranca desde cuando empezamos con las primeras plantaciones de caña y a través de ella con la producción de caña de azúcar, hace mas de 500 años, hasta convertirnos en el primer país en producir de azúcar.
P. ¿A cuánto llega la superfice agrícola de la caña actualmente en Brasil?
F.C.: Brasil tiene operando en este momento un promedio de 350 ingenios azucareros grandes. Dichas industrias están sustentadas en una superficie agrícola de al menos 10 millones de hectáreas de caña de azúcar. Anualmente producimos entre 650 a 670 millones toneladas de caña, cuyo proceso de industrialización genera 25 millones de toneladas de azúcar y mas de 30 mil millones de litros de alcohol al año. El promedio de producción de ambos varía en una relación mixta, en la última zafra la caña se ha destinado 75% para alcohol y 25% para azúcar. Y este año esperamos mantener esos márgenes de zafra sumamente alcoholera.
En términos de mercado: en azúcar, un tercio es para el mercado interno y el resto es para exportar. Eso representa una producción de 26 millones de toneladas. En cambio en alcohol, casi todo va al mercado interno, muy poco es exportado.
P. ¿Cuántos tipos de alcohol producen en este momento?
F.C.: Nosotros producimos etanol neutro para empresas químicas. Para grandes provisiones generamos etanol hidratado y el alcohol anhidro, ambos se utiliza como combustible, que juntos representan gran parte de nuestra producción. El alcohol hidratado es un etanol que tiene 95% de alcohol y 5% de agua que se mete directo al motor del coche. Y el alcohol anhidro es al que se extrajo ese 5% de agua, que como resultado se tiene 0,5% de agua, es casi puro. Una vez separado el agua, ese etanol es mezclado en toda nuestra gasolina, en un promedio del 27%.
P. ¿Qué porcentaje del parque automotor utiliza etanol y qué otro alcohol hidratado?
F.C.: Hoy tenemos vehículos flex fuel (que funcionan a gasolina y alcohol) en un 84% de nuestro parque automotor y el resto se mueve a gasolina y diesel. Con eso hemos cambiado de manera significativa nuestra matriz energética en consumo de combustibles. En el caso del diesel, solo funcionan los camionetas y camiones, además de la maquinaria agrícola. En términos de consumo de combustible, hoy el 45% corresponde a etanol, sea este mezclado con la gasolina o puro (con el 5% de agua o alcohol hidratado), cuyo flota supera los 30 millones de vehículos.
Además, la mayoría de los vehículos a gasolina, son importados. Son hechos en México, Japón, EE.UU, y Europa. Estos carros (vehículos) se mueven con el 27% de etanol, y en el caso de los fuel flex, son producidos en otros países, pero complementariamente, Brasil también genera sus propios carros.
P. Bolivia esta lejos. ¿Cómo ve esta situación?
F.C.: Los países como Bolivia de la región, en terminos de superficie territorial son menores a Brasil. En ese sentido, siempre hay que ver las diferencias de manera muy positiva. Muchas veces por ser país pequeño, puede ser eficiente en sus políticas de mediano y largo plazo como es el caso del cambio de matriz energética que vienen experimentando tan rapidamente. Pero nada pasa de un día para el otro. Para que tenga una idea, nosotros como Brasil empezamos a mezclar gasolina con etanol en 1935. En 1975 recién, más de 40 años después, se inició con el programa fuerte de producción de etanol. Entonces, desde el ’75 hasta hoy son más de 40 años, se ha crecido sin detenernos. Y la ventaja para otros países como Bolivia es que ustedes pueden llevar adelante, su programa de etanol, en un tiempo más rápido, mirando la experiencia y los aprendizajes del Brasil. Es cierto que erramos mas de lo que acertamos, pasamos por muchas cosas en mas de 40 años, ya sea en gestión de transporte, almacenamiento, mezcla, en fin; pero todo ello son lecciones que pueden ayudar a no hacer los mismos pasos.
P. En Bolivia, el problema sigue siendo los bajos rendimientos productivos, cuyo promedio no supera de 50 toneladas de caña por hectárea. ¿Cómo está Brasil y qué hacer?
F.C.:En caña de azúcar produce un promedio de 85 toneladas por hectárea de rendimiento en producción de caña y con una media de cinco cortes. El gran secreto para tener óptimos rendimientos es mejorar cuestiones de variedad de la caña, manejo en campo, nutrición de la planta, son acciones muy importantes. Además, mas del 70% del proceso de azúcar y etanol: es caña. Por tanto, se tiene que mejorar mucho, sobre todo en tener las mejores variedades. Para ello hay que buscar eventos eficientes, resistentes a plagas, enfermedades, entre otros aspectos.
P. ¿Cuán importante es un centro de investigación y si es muy costosa su inversión?
F.C.: Siempre es aconsejable que se tenga un centro de investigación que esté al lado del productor. Además ese centro debe ser operado y conducido por los mismos cañeros, porque él es que tiene los problema en las manos.
Con respecto al costo de inversión de un centro de investigación, usted puede tener un centro no tan grande y buscar cooperación con otros fuera del país y así aminora los costos. El problema es que desarrollar variedades toma tiempo, así que se tiene que tener paciencia, ir despacio y mirar el problema a mediano y a largo plazo, dado que no se cambian variedades de la noche a la mañana.
P. ¿Cómo califica la capacidad instalada de los ingenios de Bolivia?
F.C.: Las fábricas están muy bien instaladas. Todas tienen tecnología de punta tales como Aguaí, Unagro, Guabirá entre otros, cuentan con los mismos equipos tecnológicos que se tienen en Brasil. Sin embargo, deben necesariamente mirar mucho lo que estamos haciendo, además de otras experiencias como el proceso agrícola de Australia, donde la agricultura de precisión es tecnológicamente muy bien desarrollada. Comprender cómo se opera las máquinas, hay que hacer mecanización de siembra y de cosecha, instalar equipos de rastreo de vehículos, generar información satelital que permitirá mejores imágenes para encarar puntualmente acciones de campo.
Perspectivas
«Hay que trabajar mucho en la eficiencia productiva»
C astellari, con APLA, asesora en el tema de los biocombustibles a base de etanol en distintos países del mundo, donde la diversificación energética ha llegado. Entre ellos está Estados Unidos, Perú, Colombia, Argentina, India, Indonecia, Abganistán, entre otros. Con respecto a la apuesta de Bolivia por el programa de los biocombustibles, señala que el gobierno debe abrir su mirada hacia una mejor gestión de trabajo y proceso de consolidación del uso del etanol en la gasolina, con el incremento de un mayor porcentaje de mezcla de hasta un 25%, como establece la normativa.
P. En Bolivia el programa del biocombustible va lento y con muchos mitos. ¿Eso es normal ?
F.C.: Hay que esperar que los sucesivos gobiernos le tengan mucho cariño a este proceso. Siempre que uno está muy bien y tiene recursos ilimitados, no debe quedarse conformes con eso. Es bueno encarar de manera dinámica la diversificación energética y las nuevas opciones productivas. En el caso de Bolivia, si bien tiene mucho gas, eso no significa que debe quedarse con una sola producción, peor con una sola fuente de energía. Es cierto que Bolivia ingresó tarde en esto de los biocombustibles, pero lo está haciendo de manera muy rápida, porque los ingenios invirtieron de manera oportuna y rápida en destilerías y empezaron a producir etanol. Esperemos que el próximo gobierno le de continuidad a esto y no se ponga a pensar si todo lo que está hecho está mal.
P. Los sectores ambientalista se oponen y dicen qué no es posible producir para alimentar chatarras. ¿Qué criterio le merece?.
F.C.: Primero esta cuestión de comida vs combustible, que ingles se llama ‘food vs fuel’, es una discusión del pasado. Ni la FAO habla más de esta competencia, es más hay un grupo de este organismo que trabaja en la cuestión de bioenergía. Entonces la cuestión de medio ambiente no molesta nada. Uno que le mejora la cuestión ambiental porque le secuestra CO2, menos contaminante y menos cancerígeno; y dos, para el pueblo hay trabajo, porque genera empleo.
Segundo, nosotros no necesitamos cortar árboles, lo que se requiere es mejorar la tecnología y ampliar la eficiencia productiva. Por ejemplo, su usted introduce la caña en un ambiente controlado, una estufa por ejemplo, puede conseguir rendimientos productivos entre 340 a 350 toneladas por hectárea.
P. ¿Es posible alcanzar esos niveles de rendimiento productivos?
F.C.: Evidentemente que si. Por eso hay mucho por hacer. Todo depende de procesos tecnológicos y alta eficiencia en el manejo cultural en campo. Por ejemplo hay países que tiene riego y condiciones especiales como Perú, donde han alcanzado entre 160 a 170 toneladas promedio por hectáreas. Colombia vía riego tiene un promedio de 120 toneladas. Y Brasil con riego tiene una media entre 140 toneladas. Y sin riego tenemos entre 80, 90 y 100 tonelada de producción de caña. Entonces tenemos mucho que hacer y no se necesita deforestar y menos talar arboles. Nosotros somos amigos de la naturaleza.
P. ¿Bolivia debe quedarse solo en el etanol e ir al alcohol hidratado?
F.C.:Lo que pasa, para el alcohol hidratado, toma un poco más de tiempo porque implica adecuar las estaciones de servicio, eso implica un proceso complicado y de mucha paciencia. Lo que debe hacer Bolivia es subir los márgenes de mezcla del etanol con la gasolina hasta un 25%. Nosotros ya estamos apuntando a una mezcla del 30%. Actualmente estamos en el 27% de mezcla. Por eso, Bolivia que hoy esta en 8% y 12% de mezcla, debe dar pasos adelante y las condiciones están absolutamente expeditas para hacerlo. Tienen la normativa y las condiciones tecnológicas para concretar.
P. ¿De que depende esa decisión de subir los márgenes de mezcla?
F.C.:De una decisión político; lo demás lo tienen. Lo que veo en todo esto es falta de información en el gobierno. Y cuando se tiene poca información, se tiene miedo a tomar decisiones oportunas y rápidas. Entonces hay que buscar informaciones técnicas, y para hacerlo que es posible, tienen que mirar a Brasil, que tiene una larga experiencia. Nosotros no estamos aprendiendo, ya tenemos un gran parque automotor que opera con el etanol mezclado en un 27% con la gasolina. Entonces, hay que tener la información técnica y sacar a las autoridades de su zona de confort. Además, desde nuestra perspectiva, aconsejamos que no produzcan biocombustible para exportar sino para satisfacer su mercado interno, eso les dará entre otros aspectos soberanía energética.
Fuente: Periódico El Día