Foto: Publiagro
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En el mundo agropecuario, la bioseguridad se ha convertido en una herramienta imprescindible para preservar la salud animal, garantizar la productividad y prevenir brotes de enfermedades que pueden tener consecuencias devastadoras para el sector. No obstante, aún persisten mitos y malentendidos que dificultan su aplicación efectiva en el trabajo diario de los productores.

La doctora Karin Grossmann, experta en sanidad animal, considera que aún existe una percepción errónea sobre la bioseguridad.

“Mientras algunos la consideran un lujo innecesario o una práctica solo para grandes granjas, la realidad demuestra que la bioseguridad bien implementada es accesible, rentable y crucial, sin importar el tamaño de la producción”, señaló. Esta brecha entre creencias y hechos comprobables ha derivado en pérdidas económicas evitables y ha debilitado los sistemas sanitarios en distintos niveles del país.

Grossmann remarcó que muchas veces se pasa por alto lo más simple. “La gente muchas veces no presta atención a lo sencillo, como el lavado de manos, la desinfección, no brindar las condiciones para ejecutar los planes, no hacer lavados con detergentes… temas sensibles y sencillos que son fáciles de solucionar pero que muchas veces no son tomados en cuenta”.

Uno de los mitos más comunes es pensar que la bioseguridad es una preocupación exclusiva de las grandes unidades productivas. Sin embargo, Grossmann aclara que esta es una responsabilidad compartida.

“La bioseguridad es parte de todos, incluidas las personas que no trabajan en granjas. Incluye a las aves de traspatio, las mascotas… La bioseguridad se trata como todo incluido, también las personas”.

Según la especialista, si llega una amenaza sanitaria, como una enfermedad aviar, el riesgo no solo afecta a los grandes productores, sino a toda la población.

“Si viene una amenaza de aves, el problema es para todos en general y no solo para la producción de aves comerciales. Si Bolivia quiere tener un estatus sanitario positivo a nivel mundial, necesita trabajar la cultura de bioseguridad, y también la educación básica”, advirtió.

La meta final de la bioseguridad, enfatiza, es la prevención. “La bioseguridad como resultado final es prevenir enfermedades, y con un buen programa se logra tener menos incidencia de enfermedades”.

«Si viene una amenaza de aves, el problema es para todos en general y no solo para la producción de aves comerciales. Si Bolivia quiere tener un estatus sanitario positivo a nivel mundial, necesita trabajar la cultura de bioseguridad, y también la educación básica”
Foto: Publiagro
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Recomendaciones clave

La doctora Grossmann compartió una serie de recomendaciones para mejorar los sistemas de bioseguridad, especialmente en el contexto boliviano:

Educación y compromiso: Invertir en formación y concienciación del personal que trabaja en las granjas, fomentando una cultura organizacional comprometida con la bioseguridad.

Condiciones estructurales: Disponer de la infraestructura y herramientas necesarias para cumplir con los protocolos, como uniformes adecuados, equipos de protección y camiones en buen estado.

Auditorías periódicas: Aplicar programas de evaluación que permitan identificar fortalezas y debilidades en los sistemas implementados.

Planes de contingencia: Estar preparados para actuar con rapidez en caso de fallas o brotes, para evitar la propagación a otras unidades productivas.

Construcción de una cultura sólida: Trabajar de forma continua hasta establecer un sistema de bioseguridad genuino, sostenido por conocimiento técnico, responsabilidad compartida y políticas claras.

Con un enfoque integral y basado en la educación, la bioseguridad puede dejar de ser vista como un gasto innecesario y convertirse en una inversión estratégica para el presente y futuro del sector agropecuario boliviano.

“La bioseguridad no es un lujo, es una necesidad para todos”, afirma.

Fuente: Publiagro