La lucha contra las malezas parásitas, especialmente aquellas pertenecientes a los géneros Striga y Orobanche, ha impulsado el desarrollo de estrategias innovadoras para su control. En este contexto, los cultivos trampa han ganado protagonismo como una alternativa prometedora y sostenible para mitigar el impacto de estas especies en la agricultura.

Según la ingeniera Lidia Baltazar Mamani, encargada del laboratorio de la empresa Coper Agro, esta técnica consiste en aprovechar la capacidad de ciertos cultivos para inducir la germinación de las semillas de malezas parásitas sin permitir que estas logren desarrollarse, lo cual interrumpe de manera efectiva su ciclo de vida.

En estudios realizados bajo condiciones de laboratorio, se han identificado dos mecanismos fundamentales en el funcionamiento de los cultivos trampa: la germinación suicida y la germinación espontánea.

En el caso de la germinación suicida, se trata de un proceso en el cual las semillas de la maleza parásita germinan en ausencia del hospedero y, al no encontrar una raíz con la cual establecer conexión, mueren por falta de sustento.

“Estableciendo un cultivo trampa estimula germinación y libera estrigolactona, que es la sustancia que activa la germinación, y una vez que germina la semilla del Jopo no tiene conexión con las raíces del cultivo trampa”, explica la ingeniera Baltazar.

“Estableciendo un cultivo trampa estimula germinación y libera estrigolactona, que es la sustancia que activa la germinación, y una vez que germina la semilla del Jopo no tiene conexión con las raíces del cultivo trampa”

Se descubierto que la soya puede ser cultivo trampa/ Foto: Archivo Publiagro
Se descubierto que la soya puede ser cultivo trampa/ Foto: Archivo Publiagro

Por otro lado, la germinación espontánea ocurre cuando las condiciones ambientales, como la humedad o la presencia de residuos vegetales en el suelo, favorecen la eclosión de las semillas parásitas sin necesidad de señales químicas emitidas por un cultivo hospedero.

“Germinan unas cuantas semillas, por ejemplo en un rastrojo puede haber algunas hojas o tallos de girasol que liberan también estrigolactona, pero en un 1 a 2 % de germinación”, señala.

La ingeniera enfatiza que comprender estos procesos en condiciones controladas es esencial para diseñar estrategias eficaces de manejo integrado, especialmente en sistemas agrícolas afectados por la infestación persistente de malezas parásitas.

En el caso específico de la maleza conocida como Jopo, los cultivos trampa establecidos en campo estimulan su germinación, pero la semilla, al no lograr parasitar al cultivo trampa, muere. Algunos de los cultivos mencionados como trampa incluyen el maíz, sorgo, trigo, chía, sésamo e incluso la soya, que, según investigaciones recientes, tampoco establece conexión con la semilla del Jopo.

“Es muy importante recalcar que, haciendo rotación de cultivos, podemos disminuir lo que es el banco de semilla que tenemos en campos infestados con semilla de Jopo”, destaca la ingeniera Lidia.

Finalmente, la especialista subraya que esta es una alternativa viable para enfrentar la presencia de malezas parásitas, aunque advierte que siempre deben considerarse las condiciones climáticas del entorno.

“Cuando hay condiciones, buena humedad, las semillas pueden llegar a un porcentaje bueno para germinar, siempre y cuando los cultivos también… la exudación, cuando hay temperaturas estresadas, se regulariza, por lo que puede influir también en la germinación”, concluye.

Fuente: Lidia Baltazar
Redacción: Publiagro