



La incorporación de la tecnología Clearfield en el cultivo de girasol en Bolivia ha marcado un punto de inflexión en la estrategia de manejo de malezas, especialmente aquellas que han desarrollado resistencia al glifosato. Este avance, que ya se encuentra ampliamente adoptado en países como Argentina —donde alcanza un 82% de uso en la superficie cultivada—, está comenzando a ganar terreno en Bolivia ante la creciente presión de malezas como Digitaria insularis, arrocillo y pata de gallo.
“Estábamos pensando en esas tecnologías cuando se introdujo, y ahora que ha surgido esta maleza (Jopo) ha hecho que el área de Bolivia pueda crecer el uso de esta tecnología”, explica Pablo Franco, investigador especializado en protección vegetal.
La expansión del uso de Clearfield responde también a la necesidad de enfrentar una amenaza emergente: la Orobanche cumana, comúnmente conocida como Jopo, una planta parásita que puede causar pérdidas severas en la producción si no se controla a tiempo.
Franco destaca que esta tecnología no solo ofrece un excelente control sobre esta especie parasitaria, sino que además su eficacia ha llevado a que se convierta en una herramienta de manejo esencial.
“Es tan bueno que hay que tener para que siga siendo así”, afirma, haciendo énfasis en la necesidad de adoptar buenas prácticas agrícolas que prolonguen su efectividad.


“Estábamos pensando en esas tecnologías cuando se introdujo, y ahora que ha surgido esta maleza (Jopo) ha hecho que el área de Bolivia pueda crecer el uso de esta tecnología”


Una de las recomendaciones clave es la incorporación de herbicidas preemergentes, que permitan controlar malezas que no responden a las imidazolinonas —grupo químico al que pertenecen los herbicidas compatibles con Clearfield— y que, en algunos casos, ya han mostrado resistencia desde hace varios años. Un ejemplo es el chiori, una maleza difícil de erradicar si no se emplean herramientas complementarias al sistema Clearfield.
El momento de aplicación es también fundamental para el éxito del control, especialmente en el caso del Jopo. Franco aclara que la ventana crítica de acción se encuentra entre los 20 y 30 días después de la siembra, cuando la maleza empieza a adherirse a las raíces del girasol.
“Si en caso no hay Jopo o no se está seguro, se puede demorar hasta los 30 días. Esto, para un efecto no solo al control de los que se hayan adherido, sino que más adelante haya un control persistente de unos 30 días más”, recomienda.
No obstante, el cultivo de girasol no está exento de desafíos. Su facilidad para el control de malezas lo ha hecho atractivo para muchos productores, pero también ha sido blanco de otras amenazas como enfermedades y plagas.
“Se ha venido sufriendo el embate de diferentes plagas en el cultivo, como fue esclerotinia en su momento que hizo bajar significativamente el área, y después pájaros, porque ahora el cultivo ha quedado en una situación muy riesgosa. Si se encarece el manejo de este cultivo, ya no sería una alternativa tan interesante”, advierte Franco.
Pese a este panorama, el especialista resalta el valor de contar con una herramienta como Clearfield.
“Afortunadamente, esta tecnología está disponible y sin ningún costo adicional, a no ser usar un herbicida que permita tener un mejor control de malezas”, concluye, subrayando que su aplicación estratégica puede marcar la diferencia entre una campaña exitosa y una cosecha con pérdidas significativas.
Fuente: Pablo Franco
Redacción: Publiagro

