Si sos “productor agrícola” que protege sus cultivos con agroquímicos te dicen que sos un asesino, envenenador que destruye el planeta por aumentar su rentabilidad económica. Si sos “productor agroecológico” que no usa químicos de síntesis industrial te dicen que sos un hippie, que no quiere trabajar, con la plata de sus padres y smartphone.
¿Es así?¿No estamos aprendiendo nada? Toda actividad humana impacta sobre el ambiente y lo modifica. Hay personas que prometen agricultura sin químicos industriales y sin bajar los rindes (una fantasía por ahora) y lo llaman agroecología, yerbateros (de Juanes) que vienen a curar tu mal de amores y quitar tus dolores. Pero, ¿usan tractores, gasoil, internet y teléfonos?
Entonces usan químicos industriales. Dejemos a esa visión nebulosa de lado. La agroecología no es no usar químicos industriales. Y es mucho más que eso. Hay productores que apuntan a sistemas con ganadería y agricultura, en general dueños de campo con una impronta de cuidar a la naturaleza en mayor medida, aunque no logren los óptimos económicos, y eso es muy valorado.
Si buscamos simplificar las visiones del mundo podemos ver: el capitalismo, el comunismo y una tercera alternativa que es una vida localista, buscando priorizar la armonía con el ambiente y la comunidad local. Sin dudas, las tres tienen sus claroscuros. Vamos a descartar el comunismo, por excesiva oscuridad y sangrientas tiranías.
Pongamos la hipótesis de que el mejor modelo disponible es capitalismo con oleadas de vida local, y llevémoslo al plano de producción de alimentos + consumo de alimentos + manejo de residuos. Son tres actividades esenciales de nuestras vidas con amplio margen de mejora. Podemos cuidar más el medio ambiente y la salud de nuestras comunidades para lo cual tenemos al alcance de la mano herramientas disruptivas, algunas nuevas y otras antiguas.
Entre las antiguas podemos concientizar a nuestras comunidades para consumir frutas y verduras de estación y todos tener una huerta en nuestra casa. Estas huertas tienen una escala que nos permite prescindir de químicos industriales, ya que podemos matar malezas y plagas con nuestras manos, a las hormigas combatirlas con arroz que disminuyen el tamaño de su hongo, y a otras plagas con químicos caseros como purines de ortiga, etc.
Así como usar fertilizantes químicos no industriales, como heces de animales y compost. A eso sumamos el compostaje y manejo responsable de otros residuos (ladrillos ecológicos con los nylon, reciclado de botellas y cartones).
Entre las nuevas, podemos apuntar a mayores escalas, en la producción de cereales y oleaginosas, como las aplicaciones dirigidas de herbicidas. Es una tecnología cara, pero ya disponible para todos los productores, que nos permite reducir el uso de herbicidas al 50%, de un día para el otro (siendo los herbicidas aproximadamente el 80% de los químicos defensivos que usamos hoy en día).
Esta tecnología, sumada al cuidado del suelo y el carbono que ya realizamos en la Argentina a través de la siembra directa con rotación de cultivos, nos sigue ubicando como uno de los países más cuidadores del ambiente en producción agrícola.
Haciendo foco en aplicaciones dirigidas, vemos que es una tecnología ambientalista en la cual los productores de los partidos de Necochea y Lobería, en el sudeste de Buenos Aires, son pioneros con 12 equipos, mientras que el número total en la zona Mar y Sierras es de 22 y en toda la pampa húmeda es de 70.
Esto lo estamos logrando con el trabajo de Agroestudio Viento Sur junto a decenas de protagonistas de esta evolución: desde los productores que compran los equipos hasta las empresas que los venden, pasando por agrónomos de alto impacto como Fernando Andrade y Jorge González Montaner y especialistas en maquinaria como Santiago Tourn, Pedro Platz y Luis Robles Terán y perdón por no poner a todos los que merecen mención, como agrónomos y productores de CREA, Aapresid, INTA, Aappce, etc. Y ya vienen avanzando también nuevas tecnologías de origen startups argentinas.
Para aplicaciones periurbanas es más simple todavía: hay tecnologías que permiten monitorear en tiempo real las aplicaciones y condiciones meteorológicas, que podría usar el Estado para controlar que se estén realizando de manera segura para los vecinos. De este modo podremos vivir tranquilos y sacarle protagonismo a algunos abogados y activistas que se regocijan con el conflicto.
Pensamos que este es el camino, achicando los abismos filosóficos y basándonos en ciencia y tecnología con enfoque ambientalista, para mejorar nuestras comunidades: el yin y el yang, transformándose en agricultura no binaria.
El autor es socio de Agroestudio Viento Sur SRL, asesor CREA Necochea Quequén y de la Regional Necochea de Aapresid
Fuente: La Nación