Para el 2018, la importación de combustibles se había incrementado en 41% y en los últimos años, la promesa del gas, se ha ido disolviendo en el aire. La importación del diesel ha ido en aumento desde el 2000.
A esto se suma las recientes declaraciones por parte de la actual gestión gubernamental, que propone reemplazar alguna parte del diesel importado, con biodiesel.
El biodiesel se produce a través de reacciones químicas de transesterificación y esterificación. Esto sucede cuando las grasas y aceites vegetales o animales reaccionan con alcoholes de cadena corta, que generalmente es metanol o etanol. Para el proceso se puede utilizar aceite vegetal reciclado, aceite vegetal «virgen» y sebo.
En parte, uno puede soñar y alucinar que esta es la oportunidad para que todos los negocios que terminan con aceite quemado, puedan disponer del mismo. Sin embargo, llegar al punto, donde cada restaurante entrega su producto de desecho a un sistema recolector, no sucede inmediatamente y en todo caso, hay que cuantificar si todo el aceite residual que queda luego de que los caseros se sirven sus salchipapas o pollito frito, será suficiente para producir parte de este biodiesel.
Para evitar todos estos peros, generalmente, recurren a fuentes más accesibles para iniciar este tipo de proyectos. En el caso de Bolivia se ve como primeras fuentes, los cultivos de caña de azúcar (para el etanol) y la soja. Acá surgen las incoherencias.
A pesar de que Cuba o China, cada día avanzan más en liberar la comercialización y uso de cultivos con biotecnología, pues comprenden el potencial de aplicar mejor tecnología para los cultivos, en nuestro país, desde el gobierno, sigue pensando que el mejoramiento a través de la ingeniería genética es “dañino” y hasta algún tipo de intromisión del imperio.
Entonces, se espera generar biocombustibles de cultivos agrícolas, pero estos serán producidos con todas las limitaciones tecnológicas actuales. Todo esto suma, en un marco, donde apenas se ha apoyado la investigación y menos la formación de iniciativas privadas para generar mejores procesos, más eficientes y que utilicen otras fuentes más allá de granos provenientes de cultivos agrícolas.
España por ejemplo, a raíz que le puso más atención a sus científicos y proceso de innovación, ha logrado los mecanismos para utilizar los residuos orgánicos de los hogares, como fuente para generar el biocombustible.
De igual manera, en otros países avanzan para encontrar otras fuentes más para generar este combustible. Se hacen pruebas ya finales para utilizar las microalgas como fuente primaria para luego obtener el biodiesel.
Brasil está proyectando que para el 2030, corten mucho más sus importaciones de combustible y puedan reemplazar más con biocombustibles, sobre todo en su transporte público. La provincia de Santa Fe en Argentina, acordó que su transporte público tenga una conversión total a este tipo de combustibles.
De manera complementaria, cuando se impulsa las plantas de biocombustibles, no tarda en seguir la producción de biomateriales. Desde bolsas hasta material de construcción, que se genera a partir de material de desecho, y que gracias a la biotecnología, se puede transformar nuevamente para producir distintos insumos de uso común y cotidiano. Con una caracterización de materia orgánica, sería posible, determinar si en el área rural, donde no cuentan ni con cocinas a gas y menos eléctricas, se podría utilizar biopellets o biobriquetas, para obtener una mejor combustión y menos emisión de gases tóxicos. Nepal, es uno de estos países que está tomando más atención a este tipo de alternativas.
Pero en todos estos países, hace años que se promueve la biotecnología, desde el agro hasta la industrial, apoyando la investigación y emprendimientos privados. Entonces, de la noche a la mañana ¿se cree que Bolivia logrará dar este salto tecnológico?
Antes de generar falsas expectativas, cabe reflexionar y considerar, primero, el dejar de poner obstáculos a una normativa clara y que impulse la biotecnología en todos los aspectos, apoyar e impulsar la generación de investigación local y alentar la inversión privada en iniciativas que puedan ir generando propuestas concretas y específicas. Pensar que todo será posible sin tener la base lista, es simplemente otra utopía más.
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