Este año, la ciudad jardín de Cochabamba estará adornada con menos rosas, astromelias, gladiolos, fresias, claveles, azucenas, ilusiones, lirios y más de 20 variedades de flores porque la pandemia causó que su cultivo se reduzca en 75 por ciento y que el 50 por ciento de sus productores deje este rubro y se dedique a cultivar verduras.
“Se han sacado las flores de raíz y arado la tierra, para poner arveja, vainita y otras verduras. Durante la cuarentena se ha desechado una gran cantidad de flores, hay pocas flores a diferencia del año pasado. Con seguridad, el precio subirá en Todos Santos. Desde el 20 de octubre empiezan a llevar gran cantidad a todo el país”, explica la presidenta de la Federación Departamental de Floricultores (Fedeflor), Teresa Barrionuevo.
Durante la cuarentena rígida, la venta de flores cayó a cero. Cochabamba era el principal proveedor de este producto y abastecía a todos los departamentos del país con 40 toneladas al mes, pero ahora la producción es de sólo 10 toneladas mensuales, dijo la representante del sector.
La representante explicó que entre el 55 y el 60 por ciento de los productores dejaron el rubro por la pérdida de 4 millones de bolivianos, un golpe que los obligó a pensar en otras posibilidades porque las flores dejaron de ser rentables.
Otros agricultores combinan la producción de verduras y flores, pero éstas ocupan la menor cantidad. “Se dividen las parcelas y las flores ahora ocupan sólo el 20 por ciento de la extensión del terreno”, explica Barrionuevo.
Este cambio ocasionó que el precio de las verduras bajara por el incremento de la oferta. El precio de las flores, en cambio, comenzó a estabilizarse por la reducción de su cultivo, pero los productores calculan que en noviembre, por la celebración de Todos Santos, eleve su precio por la alta demanda y poca oferta.
Durante la cuarentena rígida, los cementerios estaban cerrados. Tampoco estaban permitidos los eventos sociales, como bodas, fiestas de 15 años, graduaciones y otros, que demandaban flores.
“En La Paz, este año tenía que haber 28 mil matrimonios. ¿Se imagina cuánto se iba a consumir? Pero, por la pandemia, la demanda fue de cero. Esta época salía harto. Ahora estamos vendiendo la cuarta parte”, explica el presidente de la Asociación de Floricultores Quillacollo (Asoflorqui), Viviano Lafuente.
El retorno de algunas actividades elevó el envío de flores a otros departamento, pero los dirigentes de los productores esperan que el retorno de la bodas ayude al sector.
Lafuente indica que el sector podría volver a incrementar su producción siempre que haya demanda. “No tendríamos problemas, se podría volver a retomar. Cuando hay mercado, la producción es constante”, dice.
Los productores creen que otro de los factores para la baja venta de las flores es la crisis económica. “Nadie compraba flores. No era comida”, explica Lafuente.
“La economía del país hace que los ciudadanos cuiden la platita para la alimentación y administren bien sus recursos”, explica Barrionuevo.
El sector espera reponerse, pero teme que el resultado de las elecciones presidenciales cause nuevamente inestabilidad política y afecte la producción.
El sector espera apoyo del Gobierno nacional y de los Gobiernos subnacionales para poder reponerse y superar la crisis. “Necesitamos semillas, fertilizantes, capacitación. Aunque sea poco, eso ayudará a que el sector se reactive”, dice Barrionuevo.
Era buen negocio
En 2019, en el departamento había 4.500 productores de flores, cuando hace 20 años eran sólo 300, lo que significa un crecimiento de 1.700 por ciento, de acuerdo con datos de Barrionuevo.
Hasta antes de la pandemia, la floricultura era un buen negocio y la producción no requería gran esfuerzo.
La mayoría de las flores se siembra sólo en una ocasión y se cosecha varias veces al año, a diferencia de las verduras. Un rosal puede vivir hasta 30 años dando flores y se cosecha casi cada día, a diferencia de las verduras, que se cosechan cada tres o seis meses y se debe volver a sembrar.
Según Lafuente, hasta 2019, el 70 por ciento de los agricultores en Quillacollo se dedicaba a la floricultura.
40 toneladas de flores producía al mes el departamento, pero ahora, tras la pandemia, sólo se llega a 10.
Fuente: LA PRENSA