Columna de Opinión: “AGROPECUARIA SIN INVERSIONES” por: Ing. Agr. Wolf Rolón Roth

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Es verdaderamente lamentable que en catorce años de gestión el gobierno anterior no haya sido capaz de cambiar la matriz económica, contando con una renta cuantiosa proveniente de hidrocarburos y minería que le permitió efectuar inversiones para un crecimiento del PIB de 4,2% en 2018. Hoy este indicador va en descenso y la perspectiva posterior es incierta.

Ing. Agr. Wolf Rolón Roth

Ingeniero agrónomo especializado en desarrollo rural

Para algunos personajes, incluyendo economistas, es muy difícil entender que la prosperidad que tuvo Bolivia se debió simplemente a una redistribución de impuestos a la que las compañías petroleras se sometieron con la condición de no invertir en nuevas exploraciones. Esta redistribución no deja de tener su mérito, pero hubiera sido mucho más trascendente adecuadamente invertida en consolidar una institucionalidad que apuntale otras fuentes de ingresos basadas en la agropecuaria, la industria, el turismo o la creatividad informática.
La debilidad institucional ha conducido a que en nuestro país la Inversión Externa Directa Bruta, IEDB, se mantenga sin variación desde el 2015. La inversión extranjera registrada en 2018 es la misma del 2012, año en que llegó a $us 1.505 millones. Pese a que nuestro país participa en foros de inversiones para atraer empresas extranjeras, el resultado es pobre. Y es que, si fuera un país atractivo, los inversionistas llegarían por sí mismos.
En la gestión anterior, Bolivia priorizaba ocho actividades que consideraba atractivas para la inversión extranjera, entre las que no está el rubro agropecuario. Cuando el sector financiero internacional analiza la región latinoamericana para definir qué países podrían ser objeto de inversión en este rubro, nuestro país no figura en la lista.
La agropecuaria sin inversiones, repartiendo tierras sin ningún apoyo posterior, fomentando asentamientos humanos no planificados, o promoviendo para algunos sectores el cambio de normas que prioriza la deforestación antes que el aumento de la productividad, ha conducido y está llevando a la degradación de millones de has. De las más de 12 millones de has aptas para agropecuaria en Bolivia, según los Planes de Uso de Suelo reconfirmados en 2004 por el Ministerio de Desarrollo Sostenible, al 2019 sólo se cultivaron comercialmente 3,7 millones de ha, estimándose que existen más de 3 millones de has adicionales entregadas al saqueo, la especulación y la desertificación. Los 3,7 millones de ha (sólo el 30% del área potencial) se cultivan con muy baja productividad por falta de inversiones adecuadas: fertilización insuficiente (sólo un 20%, cifra que indica que Bolivia es el país que menos fertilizante usa en América del Sur) relacionada con la carencia de análisis de suelos (prácticamente no se analizan los suelos en Bolivia), tecnologías rudimentarias de roturación, uso inadecuado de pesticidas, ausencia de aplicación de tecnologías de mejoramiento genético, insuficiencia de sistemas tecnificados de riego, carga animal ineficiente etc., a las que se añade la hostilidad de grupos de falsos ecologistas que promueven la anticiencia, achacando a la tecnología los efectos de las malas prácticas agropecuarias.
Es por eso de gran urgencia para el gobierno que venga, priorizar la construcción de un país con instituciones sólidas respetuosas de leyes y normas, que allanen el camino a las inversiones privadas en todos los rubros y principalmente en agropecuaria, para tratar de revertir nuestro suicidio ambiental y agropecuario.