Por: André Tejerina Queiroz; Transgénicos, hacia el debate colectivo

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Los organismos genéticamente modificados tienen aspectos positivos para el control de plagas de insectos, pero negativos con el uso de herbicidas que dañan el suelo y contaminan las fuentes de agua.

En Bolivia, la soya transgénica ha sido sembrada desde el año 2008, pero fue con la promulgación del Decreto Supremo 3874 que, mediante un artículo único, establece procedimientos abreviados para la evaluación de la Soya HB4 y Soya evento Intacta, ocasionando que la temática tome un acalorado debate entre aquellos que se encuentran a favor y en contra.

Por un lado, tenemos a aquellas personas que están a favor de la utilización de la soya transgénica, sus argumentos sugieren que no existen estudios científicos que certifiquen daños a la salud de los consumidores, además, que estos cultivos son más resistentes a las cada vez más prologadas sequías que acechan al país, requiriendo menos área cultivable para obtener mejores resultados y menor cantidad de químicos para detener el avance de plagas.

Por otro lado, están aquellas personas que rechazan rotundamente el ingreso de cualquier Organismo Genéticamente Modificado (OGM). Entre sus justificativos están que estos alimentos presentan serios riesgos para la salud humana, promueven un modelo de agricultura altamente industrializado y de monocultivo que expande la frontera agrícola, producen un mayor uso y potencia de herbicidas, dado que las malas hierbas tienden a acostumbrarse a estos químicos y que la transferencia de genes por medio de la polinización de abejas o el viento, afecta a la biodiversidad y plantea consecuencias imprevisibles para el entorno.

Para tratar cada uno de estos temas sería necesario diferentes artículos que sustenten las justificaciones de estos argumentos, sin embargo, tomando en cuenta que intentamos abordar el tema de manera práctica, mencionaré algunos hechos que son comprobados, evitando tomar una posición parcializada.

Primero, sobre la salud humana. Es indispensable comenzar esclareciendo que no han sido comprobados los efectos negativos que podrían traer los OGM a la salud de las personas, tomando en cuenta que la Academia Nacional de Ciencia, Ingeniería y Medicina de EEUU, la ONU y diversos estudios, por nombrar unos cuantos, han concluido que los OGM no presentan impactos a la salud humana, pero que se requieren mayores investigaciones al respecto para considerarlos completamente seguros.

En contraste, un estudio francés publicado en la revista Food and Chemical Toxicology y usado por la mayoría de los que rechazan los OGM, comprueba el crecimiento de tumores en ratones alimentados con OGM, pero este estudio fue descartado en varias ocasiones y por diversos organismos, por presentar irregularidades en el proceso metodológico de la investigación.

Segundo, sobre mayor productividad y mejor rendimiento utilizando una menor área de cultivo. En este punto, a pesar que las cosechas de OGM si tienden a tener una mejor productividad, la ampliación de la frontera agrícola ha aumentado exponencialmente, a un ritmo considerado insostenible. Solamente el año 2018 se decidió aumentar en 250 mil hectáreas la frontera agraria, adicionales al millón 300 mil hectáreas que presenta el país para la soya transgénica. Bolivia cultiva 3,75 millones de hectáreas de las cuales 3 millones están en Santa Cruz.

A este respecto, se deben sumar controles para detener la deforestación y el atentado contra la biodiversidad de las áreas sensibles; debemos recordar que los peores incendios ocurridos en nuestros bosques y que afectaron a más de 5,3 millones de hectáreas, tuvieron el objetivo de ampliar la frontera agrícola.

Es preciso diferenciarnos en este punto con otros países, Argentina, por ejemplo, tiene la mayor parte de su producción agrícola en la región pampeana, que es una zona fértil con características de estepa.

Por su parte, Bolivia no cuenta con una región tan extensa ni ideal para los cultivos y la mayor parte de nuestras tierras cultivables fueron obtenidas por medio de la deforestación, atentando contra diversos ecosistemas y especies endémicas.

En este sentido, no se trata solamente de mostrar los beneficios de productividad de los OGM sino también poner un límite a su expansión, que no atente contra territorios indígenas ni afecte los ciclos naturales del bosque para producir los elementos necesarios para la vida. Además, se requieren el desarrollo y aplicación de políticas ambientales para evitar la dominación de los monocultivos.

Tercero, sobre herbicidas e insecticidas. La mayoría de los cultivos OGM han sido modificados para expresar una de las más de 200 tipos de proteína Bt (Bacillus thuringiensis), que es una bacteria que se encuentra naturalmente en el suelo. Así, cuando esta bacteria es ingerida por la plaga, la proteína Bt se activa y perfora el intestino del insecto, quedando incapacitado para alimentarse y eventualmente muere.

Sin embargo, según el estudio publicado por la revista Science Advances con 14 años de datos de investigación, se indica que la utilización de transgénicos ha reducido la utilización de productos insecticidas, pero, por el contrario, ha incrementado el uso de herbicidas.

Esto quiere decir que, en las variedades modificadas para ser resistentes al herbicida conocido como glifosato, los agricultores acabaron incrementando su consumo total debido a que las malas hierbas se tornan resistentes a este tipo de productos.

Esto sugiere que las malas hierbas son cada vez más resilientes y los agricultores se ven obligados a utilizar productos químicos adicionales, y en mayor cantidad. En este sentido, los OGM tiene aspectos positivos para el control de plagas de insectos, pero negativos con el uso de herbicidas que dañan el suelo y contaminan las fuentes de agua.

Por esta razón, es necesario realizar una investigación a nivel nacional para determinar la cantidad de herbicidas e insecticidas que se deberían aplicar a cada hectárea dependiendo de la cosecha, para evitar perjuicios colaterales, ya que según el INE la importación de plaguicidas aumentó un 300% desde 2005 y no existe una tendencia para sospechar su disminución.

Cuarto, sobre la contaminación genética. A pesar de que los cultivos transgénicos ocupan un porcentaje todavía pequeño de la superficie agrícola mundial, la contaminación genética por OGM se ha convertido en un problema muy preocupante. La contaminación genética es un efecto incontrolado y no deseado de flujo genético hacia una especie de población salvaje, por medio de la polinización o el viento. La contaminación genética puede resultar en la pérdida total de una especie natural y no depende únicamente de su proximidad, sino de diversos aspectos sobre las características del área de cosecha.

Esto puede afectar a aquellos productores que apuestan por producir productos orgánicos y no quieren contacto con OGM. Como ejemplo, en Canadá, se dio el caso de un agricultor que utilizaba las semillas orgánicas de su propia cosecha, pero el viaje del polen transgénico había contaminado su cultivo sin su conocimiento, obteniendo semillas que contenían un gen propiedad de la multinacional agroquímica Monsanto. El alto Tribunal Canadiense ordenó al agricultor a pagar a Monsanto el importe íntegro obtenidos por la venta de esa cosecha.

Considero este un tema fundamental para ser debatido. Tomando en cuenta que los OGM tienen aspectos positivos y negativos, nadie puede imponer a otra persona a utilizarlos. Siendo que existe el peligro de una contaminación genética con otras especies, es extremadamente importante tomar las medidas necesarias para evitar perder la diversidad natural y que la libertad de elección también abarque el consumir y producir productos libres de OGM.

En este respecto, tomando en cuenta las excepcionales circunstancias que acontecen en el país y el mundo, no parece ni acertado ni prudente la autorización del ingreso de nuevos OGM. Un debate nacional con expertos en el área resultaría en un marco normativo mucho más sólido y efectivo para combatir las contingencias y prepararnos de los posibles efectos, positivos y negativos. Principalmente, para que sea aprobada mediante un Ley nacional y se eviten decisiones sin consenso.

Así como cualquier otra tecnología, los OGM no son intrínsecamente malos, sin embargo, debido a que representan un cambio en nuestro modo de siembra, producción y consumo, merecen un amplio debate en cuanto al uso de tierras, plaguicidas y las implicancias en las diversas formas de vida. El propósito de este análisis exhaustivo, llevaría a implementarlos con todas las medidas de seguridad necesarias y así evitar, que los posibles impactos negativos no sean tratados, ocasionando lo que generalmente pasa en el país, tomar acciones cuando el mal ya ha sido ocasionado.

Fuente: Periódico Página Siete