Las instituciones vinculadas al riego han experimentado una serie de procesos y cambios, además de la formación de profesionales en el sector a objeto de aplicar sus conocimientos en el tema. Lamentablemente las cosas no han sido ni son de las mejores en relación al riego presurizado mismo; con mucha pena se puede observar que se tienen conceptos equivocados por la falta de experiencia en la elaboración de proyectos y en su ejecución.
El riego presurizado (métodos de aspersión, micro aspersión, nebulización, goteo) permite un incremento de la superficie a ser regada utilizando un mismo caudal con respecto al riego tradicional o de inundación Se pueden obtener eficiencias desde el 70 al 96% en comparación con el riego tradicional – que en Bolivia muchas veces no llega ni al 45% – lo que asegura una mejor aplicación a nivel de parcelas.
Siguiendo la normativa del sector, se convoca a la elaboración de Informes Técnicos de Condiciones Previas (ITCP’s) y a Estudios de Diseño Técnico de Proyectos (EDTP’s), los que definen el método de riego a utilizar en función al clima, la cantidad de agua disponible, características de suelos, cultivos, superficie a regar, etc. Lamentablemente no todas las instancias encargadas de estas tareas tienen el personal clave e idóneo, lo que indudablemente lleva a la generación de malos proyectos. Se confunden con facilidad las responsabilidades y capacidades de los profesionales en áreas como la hidráulica pura con lo que en realidad significa el riego, que consiste en: dotar del líquido elemento al suelo para que un cultivo lo utilice en la producción en relación directa con el medio ambiente, para un mercado que genere los ingresos que los agricultores esperan.
La realidad nacional no es ajena a la tecnología a nivel mundial; desde principios de los años 90 del pasado siglo ya se tienen experiencias gratas con la introducción de sistemas de riego presurizados a nivel comunal, como es el caso de Miskha Mayu (Cochabamba) y otros como Escana (Chuquisaca). Hoy es común ver muchas comunidades a lo largo y ancho del país con métodos presurizados funcionando, aunque no necesariamente como deben debido a su fallida concepción.
El Estado ha entregado a nivel de cabecera de parcela agua presurizada (no necesariamente riego) por intermedio de hidrantes, dejando a su suerte al agricultor para que adquiera los equipos necesarios, lo que conlleva en la mayoría de los casos a la elección de emisores (aspersores, goteros, nebulizadores, etc.) de distintas marcas y especificaciones técnicas diferentes. Además, por falta de conocimiento, muchas veces se induce a aplicar un volumen pre establecido inapropiado para satisfacer un requerimiento de riego en parcelas, lo que significa mayor tiempo de aplicación de riego.
La normativa vigente exige la intervención de profesionales en Asistencia Técnica Integral (ATI) que están obligados a desarrollar tareas de acompañamiento a los sistemas de riego instalados, sin embargo, permanentemente tienen dificultades para cumplir las tareas que se les asignan. Se han hecho evaluaciones a sus trabajos y tareas, pero estos informes brindan datos más relacionados al carácter estrictamente político o sindical de los beneficiarios que al riego como tal.
En relación a los recursos invertidos para llegar a la meta de 1 millón de hectáreas bajo riego (tarea prácticamente imposible por su alto costo), éstos sobrepasan los 1.000 millones de dólares. Lamentablemente un gran porcentaje de los proyectos ejecutados tienen serias limitaciones y no responden a la expectativa generada, sobre todo en el usuario final: el agricultor. De ahí que éste normalmente manifieste que los sistemas de riego presurizado “no sirven”, lo que va en contra de la difusión de tecnología que se implementó ya desde el siglo pasado como forma de uso inteligente del agua.